Golpearon la puerta de la humilde casa,
la voz del cartero muy clara se oyó,
y el pibe corriendo con todas sus ansias
al perrito blanco sin querer pisó…

Reinaldo Yiso, El sueño del pibe. (Tango)

Diego, Dieguito, el Diego, el Pelusa, el Diez, el Pibe de oro. La lista de sobrenombres es enorme, no es de extrañarse, porque así era Diego Armando Maradona Franco. Diego, el de los excesos, el desmedido, el de nada a medias, el de todo.

Siempre tocando los extremos, Maradona, provenía de Villa Fiorito, uno de los barrios más pobres de Buenos Aires y desde ahí, pateando trapos que enredaba a modo de balón, llegó a jugar a las ligas en donde los salarios alcanzan cantidades inimaginables y los apodos, pasan de ser apelativos familiares a marcas registradas.

El Pibe de oro, dejó en el más remoto de sus recuerdos al Cebollitas, para afianzarse en la cima del futbol internacional. Boca Juniors, Barcelona y Nápoles, fueron algunos de sus clubes. No hubo triunfo que se le escapara como jugador, ni método de autodestrucción que no intentara. Los límites no eran lo suyo.

Mamita, mamita, se acercó gritando;
la madre extrañada dejo el piletón
y el pibe le dijo, riendo y llorando:
El club me ha mandado, hoy la citación.

¿Qué tenía Maradona para que toda una nación llore su muerte? Muchos deportistas comparten con Diego Armando el origen humilde, incluso lo superan en historias trágicas hasta alcanzar las glorias de la fama por sus destrezas; y algunos,  han llevado vidas, que, uno que otro integrante del santoral envidiaría; pero como bien sabemos, el Pelusa se mantuvo a buena distancia del monacato, sin embargo,  la noticia de su fallecimiento ocupó los titulares de todos los medios de comunicación a nivel mundial, y las condolencias corrieron desde el barrio de La Boca, hasta la residencia papal; aunque esto último no es extrañarse, porque habrá que apuntar que el bonaerense Pontífice, es un gran aficionado al futbol y fiel seguidor del San Lorenzo de Almagro.

Mamita querida,
ganaré dinero,
seré un Baldonedo,
un Martino, un Boyé;
dicen los muchachos
de Oeste Argentino
que tengo más tiro
que el gran Bernabé.

Al parecer, la respuesta está en el azar, que conjuntó el talento de Diego Armando con un conflicto bélico. En 1982, Gran Bretaña y Argentina, se enfrentaron en la guerra de las Malvinas. La disputa se suscitó -en términos generales-, porque ambas naciones consideraban que las Islas Malvinas les pertenecían; durante un par de meses se enfrascaron en un combate que dejó casi mil muertos. Finalmente, los ingleses impusieron su poderío militar y resultaron vencedores. Las islas fueron restituidas a la Gran Bretaña, pero el dolor que la incursión militar provocó en la nación sudamericana, fue profundo.

La vida da extrañas revanchas, porque cuatro años después, el pibe de Villa Fiorito, logró la hazaña; el talentosísimo argentino, en una jugada inverosímil, se encargó, -a su manera-, de cobrar simbólicamente la afrenta. Diego Armando Maradona, anotó uno de los goles más tramposos que han existido en la historia de los mundiales. En un deporte que se juega con los pies, el pibe venció al portero inglés con la mano; pero a fin de cuentas, el gol cuenta mientras el árbitro no diga lo contrario, y en este caso se dio por bueno; pero como el Pelusa no conocía los límites, unos minutos después,  dibujó en la cancha una verdadera obra de arte, metió el segundo gol y fue, además de impecable, una de las anotaciones y más espectaculares que se recuerden, y en ese instante, Maradona, se volvió inmortal.

Faltando un minuto están cero a cero;
tomó la pelota, sereno en su acción,
gambeteando a todos, se enfrentó al arquero
y con fuerte tiro quebró el marcador.

En su libro, Balón dividido, Juan Villoro, recuerda la narración del gol de Maradona:

«¿Era posible describir el delirio en tiempo real? Ante el micrófono, Víctor Hugo Morales, arrebatado por la emoción, cedió al flujo de su conciencia. Pocos locutores tienen un temple tan controlado y pocos saben enloquecer tan bien cuando vale la pena. Transcribo las palabras del rapsoda: “Ahí la tiene Maradona, lo marcan dos, pisa la pelota Maradona. Arranca por la derecha el genio del fútbol mundial. Puede tocar para Burruchaga… siempre Maradona. ¡Genio, genio, genio! Ta, ta, ta, ta, ta… ¡Goooool!, ¡goooool! ¡Quiero llorar! ¡Dios santo!, ¡viva el fútbol! ¡Golaaaazo! ¡Diegooool! ¡Maradona! Es para llorar, perdónenme, Maradona en recorrida memorable, en la jugada de todos los tiempos: barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste para dejar en el camino a tanto inglés, para que el país sea un puño apretado gritando por Argentina? Argentina 2 – Inglaterra 0. ¡Diegol, Diegol! Diego Armando Maradona. Gracias Dios, por el fútbol, por Maradona, por estas lágrimas, por este Argentina 2 – Inglaterra 0”.»

Juan Villoro combina dos grandes pasiones: literatura y futbol y el resultado es extraordinario. Balón dividido, es una obra que reúne grandes anécdotas del juego más hermoso del mundo; desde errores inverosímiles – basta con recordar los tres penaltis fallados por Palermo en un solo partido, hasta las extravagancias de Cristiano Ronaldo.

En palabras de Villoro:

«Gritar en pro de unos colores es un signo -acaso el más primitivo y duradero- de filiación. Hay quienes no heredan otra cosa que el adorado nombre de un equipo.»

Vas a ver que lindo
cuando allá en la cancha
mis goles aplaudan;
seré un triunfador.
Jugaré en la quinta
después en primera,
yo sé que me espera
la consagración.

Hoy, el mundo del futbol se enlutó por la muerte más anunciada y menos esperada de su gremio: la del ídolo que se autodestruyó frente a los que lo endiosaron. Probablemente, algo de lo más extraño en la historia de Diego Armando Maradona, es que él, es de las pocas personas que ha vivido sabiéndose leyenda, ya que esta no inicia con su muerte, comenzó con un pibe de Villa Fiorito que pateaba un trapo anudado, a modo de balón.

Dormía el muchacho y tuvo esa noche
el sueño más lindo que pudo tener,
el estadio lleno, glorioso domingo
por fin en primera, lo iban a ver.

Adriana Hernández Morales

Autor: Juan Villoro

Título: Balón dividido

Editorial: Booket

También disponible en formato electrónico

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.