La efervescencia electoral está ausente en Puebla.

Estamos en campañas electorales rumbo a la gubernatura poblana y es tal la desmotivación que las siguientes semanas se antojan verdaderamente indiferentes para el grueso de los ciudadanos.

Hace un tiempo leí un análisis de Mario Riorda, uno de los consultores políticos con esta solidez que se requiere para estar en constante visualización de los cambios en la política.

En este texto hablaba de “la muerte de las campañas políticas”. Hoy más que antes, confirmo que las campañas políticas agonizan.

Ver a candidatos decir los mismo, ver a ese grupo de personas gritar cuando se menciona a mujeres, inclusión, reconciliación, paridad, pobreza, digamos que ya es de folletín.

Lo más doloso es ver la otra cara de las guerras electorales.

Hoy en Puebla, la batalla de contraste es lo que priva aun cuando Morena lleve la delantera.

Encuestitis que no disimula el porrismo demoscópico, portalitos y blogs que hacen las veces de pasquines digitales para “simular” editoriales que son dictados desde casas de campaña, columnas a modo que en la firma llevan hasta la inicial de quien las dicta, espionaje y hasta denuncias contra consultores provenientes de otros consultores que quieren amarrar hueso con el adversario, pantanos de lodo que hoy son la constante en una elección que tiene a todos hartos.

Ees más, creo que hasta los candidatos a días de haber iniciado no pueden con este hartazgo de hablar frente a ese grupito pequeño que saben es un montaje para tener “audiencias”.

La guerra de morenistas contra morenistas está en su máxima intensidad. Espionaje, amenazas de demandas, operativos, cuerpos sembrados, espionaje, “complot”, declaraciones de bajo nivel que ventilan esa ambición de poder que ya no esconcen los personajes que en algún momento estuvieron todos juntos en un templete apoyando al hoy Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Lo grave es la desafección política de los poblanos.

Votarán por Morena, sí, pero con el referente presidencial aunque a duras penas recuerden el nombre de pila del candidato a la gubernatura. Y si se les pregunta por la trayectoria de éste, casi nadie podrá recordar con exactitud quién es o dónde estuvo.

El pronóstico sobre una baja participación de los poblanos en las urnas es un riesgo.

Quizá volvamos a vivir aquella estampa de tener como en el caso de Tony Gali, un gobernador que ganó con un porcentaje tan bajo en participación electoral, que nos haga pensar que con esa baja legitimidad otorgada por los poblanos se puede gobernar imponiendo con el escudo del desaliento.

@rubysoriano
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