La cultura zoque es una de las primeras culturas de México que ha logrado, al paso de los siglos, mantener intacto su carnaval, el cual no es una celebración de transgresión, sino una vinculada a la agricultura y los nuevos ciclos.

El carnaval es una manera de bendecir las semillas que se van a sembrar antes de las lluvias. Es una fiesta de preparación para el gran trabajo que viene: cuidar y trabajar la milpa, la familia y el sustento diario.

El mequé, que significa encuentro en zoque, busca reafirmar la costumbre, mostrar lo que significa ser agricultor y lo que significa ser zoque, y, al mismo tiempo es la contraparte con el día de muertos, que es la fiesta de la cosecha, de agradecimiento, cuando te acuerdas del trabajo hecho, de los ancestros y de todos los que te apoyaron, explicó Gillian Newell, investigadora del Conacyt.

“El carnaval es el momento en que los astros bajan a la tierra para continuar el ciclo y en el que se hace alabanza a los santos que, a la vez, son las fuerzas de la naturaleza”, por ello la celebración simboliza la integración entre naturaleza y cultura, porque para los zoques, el ser humano es uno más en la naturaleza, no está arriba, ni puede hacer uso y disposición de ella a su antojo.

Y son estos elementos éticos bioculturales que seleccionó la investigadora como sitios de estudio en las comunidades zoque de Tuxtla Gutiérrez, Ocozocoautla de Espinosa, San Fernando y Copainalá. Pues en ellos se puede comprender y estudiar la complejidad ‘glocal’: la lucha entre tener identidad local y ser ciudadano global a la vez.

 

La cultura zoque

La cultura zoque es una cultura madre en México, considerada por algunos especialistas antecesora de los olmecas, y tras comenzar su declive, la cultura zoque empezó a moverse hacia el sur, ocupó todo Chiapas y tuvo un periodo de auge en cuanto a organización y complejidad social.

Fue hasta la invasión de la cultura maya, de la chiapaneca, de los mexicas y de los colonizadores españoles, hasta verse reducidos en territorio y exiliados a las montañas noroeste de Chiapas, el sur de Veracruz, el sur de Tabasco y los Chimalapas de Oaxaca.

El carnaval y la naturaleza

A pesar de las invasiones y la catequización, Chiapas es un estado pluricultural donde las comunidades han mantenido sus singularidades y conservan un importante sentido de identidad y arraigo, puntualizó Gillian Newell.

“Estas celebraciones son un contrato de reciprocidad: miramos, resaltamos, adoramos la naturaleza, a los santos, a los dioses, a los poderes del universo, para que nos bendigan con la comida, y hacemos ese ritual como agradecimiento y para continuar nuestras vidas”.

Los vestuarios utilizados en el carnaval tienen hojas, flores, semillas; los collares están hechos de semillas de cacao, frijol, limones. Los personajes que bailan son el tigre y el mono, elementos importantes en la cultura mesoamericana, pero más en la cultura zoque.

El jaguar es un animal asociado con la fuerza de la naturaleza, con la agilidad y, de cierta manera, es un ancestro, un ser muy antiguo y muy sabio. Por otro lado, el mono es un personaje asociado a la niñez, además de que hay varias maneras de interpretar el baile del jaguar y el mono.

Aunque en este tipo de bailes siempre hay también elementos de la lucha entre el bien y el mal, la cultura zoque no tiene ese concepto blanco y negro del catolicismo: no por ser negro se asocia el mono a todo lo malo en el universo, ni el jaguar, por ser amarillo, es un ser de luz. De hecho, en el baile el que gana es el mono, el mono logra domar al jaguar”, así la luz gana y un año nuevo comienza.

El carnaval y el catolicismo

Aunque los motivos del carnaval zoque no están relacionados con el catolicismo, se ha vinculado a su calendario y se celebra 40 días antes de Semana Santa, los días antes de miércoles de ceniza, previo a que comiencen las labores de siembra. El carnaval zoque sigue vinculado al calendario lunar.

El carnaval zoque no siempre ha sido aceptado por los sacerdotes católicos, que veían estas tradiciones como idolatría. Los padres no se involucran con el carnaval y aunque los bailes son fuera de las iglesias, nunca se entra en ellas. Los santos celebrados son propiedad de los pueblos, o dicho de manera local, los pueblos están al cuidado de los santos.

El jefe de la casa, el Cowiná

Los carnavales tienen asociado el concepto de Cowiná, que significa la casa y también el jefe de la casa. El Cowiná es una persona que organiza y mantiene la calendarización. En algunos pueblos, el concepto se ha mezclado con las ideas católicas coloniales o administrativas y quien organiza se denomina prioste, mayordomo o promotor. Pero al final es una persona que sirve a la comunidad, que manda obedeciendo, y quien cambia cada cierto periodo, puede ser cada año o cada tres años, explica Gillian Newell.

Las personas originarias de los pueblos zoques pueden participar en el carnaval o llegar a ser un Cowiná, pero antes deben hacer méritos por un tiempo prolongado. Deben aportar y realizar diferentes labores, porque no hay una persona que pague la fiesta, la fiesta se hace entre todos. Si eres mujer, tus papeles son generalmente en la cocina; si eres hombre, puedes ser músico, danzante, tienes diferentes papeles.

“Por otro lado, se puede ser espectador dependiendo del sitio donde se realice el carnaval y el visto bueno obtenido de los mayordomos o maestros de baile de cada comunidad. En Tuxtla y en Copainalá, se puede asistir, pero a comunidades pequeñas, como San Fernando, solo se puede llegar si la gente te conoce o si ya has hecho méritos, por lo general son lugares cerrados.

La comunidad se cuida y ha tenido que cuidarse. Las políticas culturales de estado, a veces agresivas y sin consenso o respeto, y el fenómeno de los medios sociales y lo “instagramado” promueven el cierre de las comunidades tradicionales”.

Con ello queda en claro que mostrar estos carnavales al público sigue siendo un tema delicado para las comunidades, pues “se preguntan qué tanto se deben abrir, qué tanto deben aceptar que el gobierno quiera hacerlos turísticos y dónde está el equilibrio entre poder sobrevivir y morir socioculturalmente”, advirtió la especialista.