Queridos lectores hace unos días leía un libro que forma parte de la colección  “Algarabía”, esta es una revista de cultura, pero una cultura cotidiana, la de todos los días, la cercana, de lo que no sabíamos que sabíamos o que debíamos saber. Dicha colección es una antología de los artículos de esta revista y en verdad es un deleite.

En el libro titulado “Vida y Milagros de…”el cual forma parte de la colección citada, existe un artículo escrito por María del Pilar Montes de Oca Sicilia, denominado “La ciudad más…”, expresa su sentir respecto a la capital de nuestro país y creo que el sentir de muchos de mis paisanos, no todo es malo, existen cosas buenas. En fin deseo compartir parte de su trabajo en Algarabias y así como los Chihuahuenses, Veracruzanos, Poblanos, Regios, Tabasqueños se expresan tan bien de sus estados yo deseo hacerlo a través de las palabras de Pilar.

“Sí todo mundo piensa que soy una loca de la guerra, una masoquista, y con suerte, una idealista que no sabe lo que dice. Porque es lugar común la queja acerca del tránsito, de la contaminación, de la cantidad de coches que circulan por sus calles sucias, del horrendo paisaje, urbano, de la desatada inseguridad, de la falta de planeación de los logros, que despuesito se convierten en fracasos, etc. Y es que es un hecho la que fuera un día “La gran Tenochtitlan” y “La ciudad de los Palacios”, es hoy una de las ciudades más grandes, sobrepobladas y contaminadas del mundo; una mancha urbana gigantesca, amorfa y acéfala…Si, todo lo que se dice del Distrito Federal es cierto y muchos podrían agregar que es la ciudad más fea del mundo, que se parece a El Cairo o Nueva Delhi, pero yo creo que el hecho de que tenga más de 22 millones de habitantes no es sólo producto de la casualidad, sino que es el resultado de que todo el mundo quiere o tiene que estar aquí. Por algo será no?

Italo Calvino dice que “no se ama una ciudad porque contenga siete o 70 maravillas, sino por la respuesta que ofrece a nuestras necesidades”. Y sin duda la ciudad donde vivo cumple con las mías. En ella hay Parques, árboles, monumentos, cafecitos, puestos, tienditas, gente amable y miles de cosas que pueden disfrutarse. Recorrer cualquiera de sus museos, comer en la Plaza Río de Janeiro, caminar a las siete de la tarde por las calles de San Pedro de los Pinos –que emulan a algunas del barrio de Palermo en Buenos Aires-, correr en el Ocotal, caminar en un parque de la Colonia del Valle, oír el sonido de los grillos en la noche o saborear el gusto a barrio de Portales o Escandón, con sus mercados y sus comidas, son solo algunas de las cosas que realmente me hacen vivir a fondo mi ciudad y que, si se le suman a otras que muchos no tenemos en cuenta, pero que realmente son importantes, se convierten en razones de peso para hacer una apología de la Ciudad de México…

Por otro lado, la ciudad, me refiero al primer cuadro, tiene un valor cultural, histórico, y arquitectónico inigualable que nadie puede negar. Ir por ahí caminando no le pide nada a hacerlo por el centro de cualquier ciudad europea, llámese Madrid o Roma, o a grandes urbes como Buenos Aires o Lima, con la ventaja sobre estas últimas de que los tesoros coloniales de la Nueva España no pueden compararse con los del Virreinato del Río de la Plata ni con los de ningún otro país de Sudamérica…

Es  un hecho también que en la ciudad de México se puede comer mejor que en ninguna otra ciudad del mundo, incluyendo Nueva York o París, y no porque tengamos los mismos restaurantes de cinco tenedores y de muchas estrellas – que los hay y muchos-, sino porque donde entres y a donde vayas, con muchos o pocos pesos, puedes comer bien. Con los tradicionales antojos dados por las delicias originarias del Valle de México, – como huitlacoche, la flor de calabaza, el requesón, las tortillas azules, etc, le dan la sazón capitalina a una gran gama de alternativas gastronómicas: tortas, tacos al pastor, tacos de suadero, tlacoyos del mercado, quesadillas- de día y de noche-, esquites, elotes, chicharrones, papas con chile, gorditas de masa, etc.  Además, es importante subrayar … se puede comer a cualquier hora hot cakes a las dos de la tarde o a las siete de la noche y hay restaurantes que los preparan las 24 horas del día.

En un sentido más cosmopolita que cultural, la ciudad de México está llena de lugares recónditos que realmente son disfrutables. Y no hablo de Xochimilco, ni de las Pirámides de Teotihuacán, ni del Templo Mayor, ni del Castillo de Chapultepec, sino de las calles como la de Francisco Sosa en Coyoacán o el Paseo del Río en Chimalistac; o plazas como la de San Jacinto o la de los Arcángeles, en San Ángel; parques como el México, en la Condesa o como otros en Azcapotzalco y Tacuba; mercados como el de Sonora o San Juan, además de recintos, conventos o casas señoriales que realmente son tesoros o patrimonios.

De modo relevante, en la ciudad de México se goza de un anonimato realmente liberador. A diferencia de los pueblos o ciudades pequeñas, aquí no te conocen. Puedes ir de un lugar a otro sin ser visto ni reconocido; puedes vivir como quieras y no hay nadie que te cuestione, porque es muy raro ver a alguien conocido… Esa libertad es única y rescatable, y solo se da en ciudades muy grandes, como ésta.

Si a esa ciudad le asignáramos un adjetivo yo diría que es “la ciudad más incluyente”; que en medio de todo su trajinar, su revuelo y su caos, te recibe, te acoge y te entiende. Los capitalinos son, por lo general, gente amable y abierta que suele tratar bien al otro en todo momento y en cualquier lugar. Finalmente a aquellos que comparten mi fervor por esa capirucha, los felicito porque no hay mejor cosa que amar a la ciudad en la que se vive. Es por ello que mi corazón está dividido entre mi queridísima Puebla de los Ángeles y mi adorada ciudad de México.

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