Covid-19, mi experiencia
Creo que no nos quedamos ciegos,
creo que estamos ciegos,
Ciegos que ven,
ciegos que, viendo, no ven.
José Saramago
La última carta que envié fue a Lorenza. Nunca imaginé, que varias décadas después el siguiente destinatario sería yo.
El COVID-19 me alcanzó 10 meses después de su aparición en Puebla. Además del espanto que provoca una pandemia desconocida: el terror al aislamiento, la soledad, el confinamiento, en una habitación, significaba un acercamiento a una sentencia muy cercana o antesala de la pena de muerte.
Diez meses, leyendo inventos y mentiras en redes sociales para una enfermedad desconocida, aún para quienes deberían conocerla. Inventos y mentiras que provocan diversión y felicidad en quienes las inventan y convierten en “tendencia”. Y confusión y pendejez en quienes pretenden aplicarlas y las reproducen como ciertas.
Pero, al fin llegó.
Y me invadió.
Y me postró en el aislamiento. Solo, temeroso, nervioso. Soledad que causaba mayor nerviosismo que los efectos físicos del COVID-19.
Abandonaba un mundo de relaciones personales, políticas; ausencia de la convivencia social. Lejanía de un mundo en el que la presencia física es motor del “éxito”.
Y en aislamiento descubrí otro mundo que no esperaba. O lo re descubrí. O lo volví a valorar. O lo disfruté y me alimentó.
Presa y esclavo de la vida social imperante, militante del mundo económico que nos exige aspiraciones escasas de valores internos; mal educado por los principios de un capitalismo en crisis permanente; descubrí que el aislamiento te obliga a voltear la mirada hacia adentro.
Que afuera, en la sociedad, en el capitalismo global, la disputa no es la tuya aunque los gigantes monetarios intenten involucrarte.
Y que adentro, eres rico y afortunado. Que no estás solo. Que el aislamiento sirve para redescubrir tus riquezas internas: tus amores, tus valores, la fortaleza de un equipo formado por décadas y que se mueve por lo aparente subjetivo, pero que te alimenta y te hace darle valor a lo construido.
La familia. Esposa, hijos, nietos.
Tus amigos entrañables.
Y desdeñar, o darles su justo peso a los valores sociales y económicos que pretenden esclavizarte. Saramago lo refiere en la siguiente frase: ”Ahora no hay duda de que la búsqueda incondicional del triunfo personal implica la soledad profunda. Esa soledad del agua que no se mueve”.
Lo recuperé, a tiempo, el sentido de la vida.
Y aquí ando.
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Luis Enrique Sanchez Fernández es periodista; ha escrito para impresos en papel, radio, televisión y portales digitales. Es universitario, historiador y cronista.
Autor

Luis Enrique Sánchez Fernández
Periodista, economista, historiador, universitario BUAP. Con más de 40 años en los medios, ha escrito en periódicos y revistas, ademàs colaborado para radio, televisión y portales digitales. Creador de Poblanerìas y fundador de PeriodismoHoy.com. Primer director de Radio BUAP hace 25 años. Impulsor del periodismo de investigación.
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