Lo acontecido este fin de semana en Puebla en materia política, nos da elementos suficientes para pensar que hemos pasado de lo estrictamente político a lo banal llamado politiquería.

Y es que más allá de centrarnos en los actores como Miguel Barbosa, Alejandro Armenta, Citlalli Ibáñez alias Yeidckol Polevsnky, Mario Marín, Kamel Nacif, Lydia Cacho y anexas, lo interesante es concluir la mutación de un partido de reciente creación que hoy emula todas aquellas prácticas viciadas y cuestionadas desde aquella óptica crítica de izquierda que inicialmente los abanderó.

Como en los mejores tiempos del PRI, la cargada de Yeidckol salió a defender lo que es indefendible a los ojos de una sociedad, donde se vuelve a caer en el oscurantismo barato de ocultar los resultados de una famosa encuesta con la que eligieron a su candidato.

Terribles estampas de una contradicción de militancia. Pues mientras el discurso del primer militante de Morena (AMLO) hablaba de no replicar las prácticas de corrupción de otros partidos, hoy se evocan los tiempos rancios del Grupo Atlacomulco con Hank González donde el dedazo, la cargada y las vendettas se aplicaban desde las propias dirigencias para aplacar, amedrentar y frenar cualquier intento de rebeldía.

Como en una serie de producción barata, la política en Puebla se realiza en una olla llena de grillos donde el sello de la casa es la falta de credibilidad.

Militantes de cepa de Morena Puebla lamentan ver esas imágenes donde su partido se ha convertido en una réplica barata del corporativismo tricolor donde se defienden intereses que están muy lejos del interés propiamente partidista.

Muchos de ellos, no superan ver a un Carlos Figueroa convertido en repetidor de mensajes sin forma y fondo. Tampoco asimilan escuchar a un Carlos Meza a quien siguen viendo como un personaje que nada tendría que hacer en una campaña de morenistas. Mucho menos aceptan la intromisión de un Mario Bracamonte colocado por el dedo de Yeidckol y sin ningún mérito para hablar a nombre de unas bases que son desconocidas para estos señores.

En medio de toda este clima de algidez, la liberación de órdenes de aprehensión contra el ex gobernador Mario Marín y el empresario Kamel Nacif por el caso de Lidya Cacho vinieron a alistar el caldero para sacarle el jugo a estos hechos y prender nuevas llamas en la política poblana.

Estamos en un proceso electoral que está invisibilizado por los escándalos resultado de la confrontación interna en un partido donde la lucha por el poder parece no cesará y traerá más damnificados.

El punto que no se puede soslayar, es la opacidad de Morena para defender un proceso de elección interna con falta de transparencia, donde a toda costa se trata de ocultar el método y todos los resultados que sostienen o avalen la postulación de Miguel Barbosa, quien pareciera estar ya gobernando, con la debilidad que implica enfrentar una débil legitimidad y un desgaste personal.

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