Dicen que el costo de las democracias se refleja en el dispendio que partidos políticos y candidatos acostumbran hacer a la hora de ganar esos votos que no son garantía de obtener los triunfos en las urnas.

Un tema de análisis es modificar de manera urgente los recursos que se destinan elección con elección a la organización de los famosos debates entre candidatos, que en sentido estricto de la palabra, no lo son, porque terminan siendo exposiciones acartonadas donde los temas de cajón están elegidos para evitar poner en aprietos a los contendientes.

Resulta que en el caso de Puebla se estima que el debate del próximo 19 de mayo nos costará un poco más de 9 millones de pesos.

¿Pues a quién van a contratar para amenizar el simulacro? Es una cantidad que la autoridad electoral a nivel nacional debe revisar de manera exhaustiva, debido a que no se requiere una cantidad tan onerosa para organizar un encuentro entre aspirantes a la gubernatura poblana.

Y me pregunto, dónde está la congruencia de los consejeros electorales nacionales y estatales como para poner el dedo en la llaga y evitar un derroche de recursos de tal magnitud que bien pueden ser utilizados para otros rubros como capacitación y pago para quienes el día de la elección tengan una responsabilidad como funcionarios de casillas.

Estos debates, sobre todo los de elecciones locales nos han dejado un mal de sabor de boca, por la pobreza en la organización y contenidos.

¿Acaso van a contratar a moderadores “top” que vengan a vestir el show? O seguiremos viendo a las mis caras de comunicadores “oficiales” y alineados que trabajan en Puebla Comunicaciones como los referís del talk show.

La experiencia nos dice que un debate no cambia ni mueve gran cosa las tendencias, sobre todo cuando en el caso de Puebla, Morena va “tendida” hacia un triunfo.

Lo decepcionante es que ni con estos tipos de simulacros la ciudadanía pueda conocer de manera detallada las propuestas puntuales que en temas de interés colectivo demandan respuestas.

Es tiempo que los debates dejen de ser el escenario perfecto para los “dislates” de los candidatos.

Más que debates y confrontación entre ellos donde se lance información para un círculo rojo, estaría bien ponerlos frente a una audiencia de ciudadanos “no cuchareados” sino de diferentes estratos sociales para que se hicieran preguntas que realmente nos interesa que respondan los candidatos.

Por ejemplo, que Barbosa responda cómo eliminará la corrupción si en su campaña ha incluido a personajes como Gerardo Islas, Vanessa Barahona, Javier López Zavala y una lista de “próceres” de otros partidos. También que nos cuente de sus casas y ahorritos.

A Cárdenas habría que preguntarle a detalle cómo dejó la UDLA y el escándalo con la Fundación Jenkis.

Y a Alberto Jiménez Merino que nos cuente cómo estuvo el caso de “Los Búfalos de Agua”.

Estos tres señores tienen un historial que a pesar de estas aburridas e incipientes campañas se conoce en una Puebla que lo que menos necesita es despilfarrar dinero en debates, sino garantizar que no se siga colando tanta corrupción en lo que se vislumbra será el próximo gobierno estatal.

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