El Día Muertos, una de las celebraciones más emblemáticas que combinan las raíces prehispánicas e indígenas es, de acuerdo con el Instituto de Antropología e Historia (INAH), una de la celebración de origen europeo en su mayoría derivada del catolicismo.

De acuerdo con Elsa Malvido, integrante de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, la mayoría de elementos como el camino de flor de cempasúchil, las ofrendas, veladoras o acompañar a los difuntos en el cementerio son una invención más del catolicismo y no guarda relación con Tzompantli, altar prehispánico que se montaba con cráneos para honrar a las deidades de la época.

Malvido asegura que el día de todos los santos proviene de Europa Medieval, principalmente de Francia del Siglo X, promovido por el Abad de Cluny en honor a la de los macabeos, familia de patriotas judíos reconocidos como mártires en el santoral católico.

De igual forma, tampoco se ha demostrado relación entre el mes entero que dedicaban las culturas prehispánicas a adorar a los muertos.

El colocar las velas que alumbran el camino o el vaso de agua que calma la sed de las almas en su recorrido desde el más allá, se trata de tradiciones de origen europeo, muy contraria a los sacrificios o la adoración que antes de la colonia tuvieron lugar.

Tampoco los dulces o el pan que representa los huesos, tienen inspiración prehispánica, más bien se refiere a la antigua costumbre de bendecirlos en la Catedral Metropolitana, después de que feligreses recorrían tumbas haciendo una oración, pues se creía que por cada tumba se alcanzaban “reliquias” que intercederían ante Dios a la hora del juicio final.

Lo mismo sucede con pernoctar en el panteón, tradición característica de Michoacán, pues en el México Virreinal, las guardias a las tumbas iluminadas y adornadas con flores y cruces empezó siendo una tradición exclusiva para los acaudalados.

Los lujos de los que se rodearon en vida los llevaron a la tumba, pues éstas eran adornadas con encajes, porta velas de oro y plata, mientras los sirvientes se quedaban toda la noche para cuidar la tumba.

Con el paso de los años, la población fue replicando la tradición, manteniéndose vigente hasta el día de hoy.

De acuerdo a la especialista, sólo tres elementos son 100 por ciento, indígenas, la forma del pan de muerto, la calaveritas de azúcar y la flor de cempasúchil, las cuales fueron adoptadas e incluidas a la ofrenda.

Con ello, nuevamente queda demostrado que la cultura mexicana es producto del sincretismo y el mestizaje, siendo lo “100% mexicano”, una mezcolanza de todo lo que ha construido la historia de México: indígenas, españoles, judíos, esclavos africanos, migraciones y la influencia estadounidense y europea.