Por Ruby Soriano

Tres ejes marcaron el registro de Genoveva Huerta a la dirigencia estatal de PAN: violencia de género, delincuencia organizada y corrupción.

Al amparo de un violentador como Inés Saturnino, con el cobijo del cártel de Los Valencia de la Sierra Norte y de los cotos de poder de los que saquearon a Puebla como Jorge Aguilar Chedraui y Pablo Rodríguez Regordosa, la diputada federal con licencia usó la misma estrategia de los tiempos morenovallistas: Acarreo, cooptación a militantes y el uso de la granja de bots para su posicionamiento en redes sociales.

En el panismo poblano no sólo hay fracturas y enfrentamiento que se antojan irreconciliables. También encontramos la resistencia obsesiva de una camarilla de sobrevivientes del morenovallismo, para mantener el control de un partido disminuido y sin la fortaleza de otros tiempos, incluso, de aquellos que este grupo se resiste a soltar.

Lo que hoy vemos es una caricatura forjada a la sazón de los viejos tiempos de un PAN operado por los dedos de Rafael Moreno Valle quien desde el puntal del poder, movía a su antojo al neopanismo forjado de las divisiones internas alentadas por el propio mandatario.

Puebla suele padecer amnesia crónica cuando de gobernantes se trata. Sin embargo, no se olvida que el sello morenovallista fue la corrupción y abuso de poder perpetrado por un personaje que se apreciaba obsesionado por ser un “Tiberio” quien gozaba con la humillación de sus propios aliados.

Puebla padeció la persecución, la violencia electoral, las imposiciones, el florecimiento de los negocios personales a gran escala, el lavado de dinero y el espionaje.

Esta es la Puebla que se le olvida a la hoy candidata a la dirigencia estatal del PAN, Genoveva Huerta a la hora de ensalzar la época morenovallista como una etapa “dorada” en el estado.

La camarilla de Genoveva es apenas una débil caricatura de los viejos tiempos.

Muchos de estos personajes que se aferran al blanquiazul, fueron humillados y minimizados por su entonces Mesías al que hoy casi canonizan.

Las redes de tráfico de influencias marcaron a esa Puebla plagada de autoritarismo y corrupción.

Hoy a Genoveva Huerta se le olvida el nombre de Eukid Castañón y cuántas veces recibió regaños del presidiario.

Jorge Aguilar Chedraui y el inicio de sus grandes negocios a partir de su paso por la Secretaría de Salud.

Los vasallos de todo momento y en toda posición como Jesús Giles y Sandra Izcoa.

Y muchos nombres que siguen agarrados de un panismo reinventado a la sazón de la ambición y las ganas de quedarse con la mejor repartición.

Así entonces, el PAN en Puebla se alista a ser un cuartel de la dádiva, el intento de fraude y la compra de votos.

El cártel siempre es el cártel.

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