“La muerte mexicana es el espejo de la vida
de los mexicanos. Ante ambas
el mexicano se cierra, las ignora.”

Octavio Paz

André Breton, padre del Surrealismo, anduvo por México en 1938, 14 años después de haber publicado su Manifiesto del Surrealismo y creado el movimiento en las artes visuales y la escritura. Es, además, una concepción de vida.

La vida real, la cotidiana, está regida y orientada por lo irracional, los sueños, el inconsciente y pocas ocasiones lo percibimos. Es la cultura que se ha plantado a través de los siglos.

Regreso a Bretón, después de deambular por México, hace ya 82 años, y vivir varias anécdotas con la cotidianidad de nuestro País, Bretón tuvo que concluir y escribir, sin más, que México era (es) “el país más surrealista del mundo”.

El Divino Dalí”, como se autonombraba Salvador, refirió: “De ninguna manera volveré a México. No soporto estar en un país más surrealista que mis pinturas”.

Lo anterior, en pleno siglo XXI, lo revela mejor la pandemia más famosa de la historia, la COVID-19.

Fiestas, convivencia, reuniones, festejos, son más influyentes que cualquier enfermedad contagiosa.

Nada más ilustrativo que un velorio a la mexicana. Acompañar al difunto toda una noche, no podría ser mejor ocasión para emborracharse y contar chistes de los llamados “colorados”. Y seguramente el difunto estará involucrado y feliz, en “la mejor noche de su vida”, la de la despedida.

Lo anterior explica mejor por qué el cubrebocas, la sana distancia y el lavado de manos pasan a un nivel inferior. El confinamiento es pura “mamada”.

Aún más, el Coronavirus es “un pinche invento”.

El mejor ejemplo, el más representativo, por sus actitudes: Andrés Manuel López Obrador.

Dicho sea de paso, para penetrar y alimentar el subconsciente colectivo mexicano, el del “valemadrismo” nada mejor que El Presidente por el que votaron 30 millones de mexicanos. Personaje influyente en la sociedad mexicana contemporánea no usa cubrebocas.

Es un buen ejemplo, ilustrativo, del surrealismo mexicano. Y el subconsciente colectivo le cree.

Es un asunto cultural.

Y la curva sigue su ruta hacia arriba. No la aplana ni Dios Padre.
Y en el mundo ya se espera una nueva oleada; el COVID-19 se hizo para atrás para agarrar vuelo.

Nadie mejor que Octavio Paz para explicar a la distancia la pinche necedad social mexicana para no respetar las medidas de precaución ante la pandemia del siglo XXI:

El solitario mexicano ama las fiestas y las reuniones públicas. Todo es ocasión para reunirse. Cualquier pretexto es bueno para interrumpir la marcha del tiempo y celebrar con festejos y ceremonias hombres y acontecimientos. Somos un pueblo ritual. Y esta tendencia beneficia a nuestra imaginación tanto como a nuestra sensibilidad, siempre afinadas y despiertas. El arte de la fiesta, envilecido en casi todas partes, se conserva intacto entre nosotros.

Es cuanto.

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Luis Enrique Sanchez Fernández es periodista; ha escrito para impresos en papel, radio, televisión y portales digitales. Es universitario, historiador y cronista.