La autonomía es una palabra que de pronto me empieza a preocupar, en muchos sentidos, en varias direcciones y con varios dilemas.

¿Dónde inicia y dónde termina la autonomía de un gobierno, de una Suprema Corte de Justicia, de una universidad, de un organismo para la transparencia, de un Congreso, de un partido político, de un medio de comunicación?

La autonomía de decidir, de elegir, de ejercer, de sentenciar, de dar a conocer, de transparentar, nos obliga a un análisis agudo sobre esas independencias que se pueden ver amenazadas cuando actores políticos y sociales se doblan frente a decisiones o imposiciones del máximo poder o poderes.

Desde la cúpula del ejercicio piramidal de gobierno, vemos a un presidente como Andrés Manuel López Obrador acostumbrado a desafiar esas autonomías que no se alinean a sus mensajes.

Ahí tenemos los emplazamientos hechos al INE, al IFAI, a los medios de comunicación, por mencionar algunos.

Pero estas autonomías se ven resquebrajadas cuando se invade la vida institucional de una universidad, o se mete la mano de un gobierno en otro, como para dar líneas y anuencias.

La autonomía en los partidos políticos hoy luce más debilitada que de costumbre.

Los enfrentamientos y las vendettas internas, la ambición de dirigentes para perpetuarse en el poder, la sumisión de organismos estatales electorales, los compromisos en el poder judicial ponen el dedo en la llaga y nos obligan a replantear si realmente se ejercen esas autonomías cada vez más invadidas o ausentes en diferentes órdenes de gobernanza, ejercicio institucional, político y social.

Ojalá tengamos a gobiernos con la libertad de elegir, ejercer, desafiar, no imponer y defender.

Es muy delgadita la línea que puede señalar a un gobernante como sumiso frente a otro.

La política se construye de acuerdos, es cierto.

Pero la democracia no obliga a que esos acuerdos sean mandato en gobiernos o instituciones de la vida pública.

Cuánto trabajo nos cuesta en el país y en Puebla defender autonomías sin color, partido o padrinos.

La intromisión a las autonomías es como una plaga recurrente donde se pierde la perspectiva de la sumisión.

A los políticos no sólo hay que decirles lo que odian escuchar de su consultor: Una imagen genera percepción

Así que esa imagen puede comunicarnos mucho sobre todo cuando se habla de poder, sumisión, manipulación o intromisión.

Gobiernos en funciones, gobiernos entrantes, universidades privadas y públicas, organismos de diferentes órdenes sociales están obligados no sólo a defender su autonomía, sino a ejercerla. Ojalá no corran el riesgo de perderla.

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