22 de Agosto 2021
521 días de aislamiento (parcial)
Semáforo rojo
3ra oleada de pandemia
1ra dosis de vacuna

Querido Manolis,

Espero que mi carta te encuentre bien, disfrutando del último estirón del verano. 

Disculpa que me haya demorado en responder, recibí tu correo hace tiempo y me apena estarte escribiendo hasta ahora. Lamento tanto saber del fallecimiento de tu padre. Sé que lo adorabas.

Gracias por acordarte de mí y de nuestra pequeña familia. Nosotros estamos bien, seguimos en casa en aislamiento parcial, haciendo lo necesario para mantenernos sanos en lo posible mientras vamos organizando y retomando las actividades que van abriendo nuevamente. 

En México se ha declarado la educación básica como actividad esencial, y eso significa que a pesar de que estamos atravesando la tercera oleada de contagios por COVID19, nuestro hijito comenzará la escuela en una semana. Será extraño irlo a dejar al colegio siendo que llevamos todo este tiempo juntos en casa. Para los papás, que seguimos trabajando en casa desde marzo de 2020, el regreso a clases presenciales ha sido una decisión que debimos discutir largamente. Pensar que quien va a salir de casa a mezclarse con otros es nuestro hijo, a quien hemos resguardado del contacto con otros por temor a un contagio, se siente como un riesgo enorme. Por otro lado, el aspecto social del desarrollo de los niños es algo que simplemente no podemos suplir en casa, por buenas que sean nuestras intenciones, y comienza a ser urgente. Creo que el conjunto de ansiedades y dudas respecto al exterior, así como el contacto con los otros, es algo inédito que nos marcará por mucho tiempo y definirá en buena medida la manera en que nos relacionemos en el futuro.
Sin embargo, en México el tema del regreso a clases para los niños está cargado, como casi todo en este país, con las desigualdades de siempre, siendo que la mayoría de los padres no han estado en casa, sino tratando de balancear el trabajo con la salud, arriesgando contagios o lidiando con la enfermedad o muerte de uno o más familiares, mientras los hijos estaban en casa. El gobierno ha reportado que hay un aumento alarmante de violencia doméstica, embarazos de niñas, neurosis, depresión, etc. tanto en menores como en los adultos que los cuidan. Fuera de las ciudades, en zonas rurales, la temporada de educación desde casa ha contribuido a la deserción de miles de niños, pues se usa a los pequeños o jóvenes como ayudantes en el trabajo o simplemente se supone que no les sirve de nada la educación, cuando son más útiles ayudando en casa o en el campo. Así que la vuelta a la escuela para los niños ya no es simplemente una decisión sobre escolaridad sino también de salud pública. 

¿Cómo están ustedes? Hemos seguido con preocupación las noticias de los incendios forestales en Grecia durante las semanas pasadas. El verano comenzó con las tremendas inundaciones en el norte de Europa, ha seguido con incendios forestales, sequías de las que también sufrimos en América, y correteados después de huracanes; parece una película de acción de la que no vemos el final feliz. Todo es extremo. Todo el tiempo. Y no parece que caigamos en cuenta que esta es nuestra realidad ahora, que este comportamiento climático no es más único o pasajero. Las imágenes que aparecieron en todos los diarios eran verdaderamente desconsoladoras. 

Me sorprendió ver que uno de los temas más prominentes en la discusión de los incendios forestales en Grecia era la afectación al turismo, y ni siquiera en referencia a la economía local, sino en base a las pérdidas que habrá a la industria hotelera, a los eirbi-en-bis, los lamentos por las playas que quedarán fuera de los planes vacacionales y … los pobrecitos millonarios que no podrán llevar sus yates a veranear en el mediterraneo.

Y es que el cambio climático irreversible suena como algo ajeno que sólo se considera ocasionalmente en los reportes de la ONU, que sólo se ven pasar en redes sociale entre memes y chorradas. Mientras tanto, el planeta nos grita, nos avienta, nos azota con alarmas de que no se puede más; y el neoliberalismo nos extiende otra tarjeta para ir de viaje a crédito a la siguiente playa donde los habitantes rentan hasta las sábanas de sus camas para cubrir los gastos de la vivienda gentrificada, los servicios médicos están pauperizados, los de emergencia desabastecidos, las comunidades desarticuladas y todos contentos votando con la derecha.

Estamos destinados a quedarnos sin recursos y vivir como cucarachas en desiertos de nuestra propia basura. 

Pero estas imágenes no son reales ni justas, sino una proyección mía tras haber pasado la última semana leyendo la novela de Herbert Frank “Dune”. He recorrido los párrafos deteniéndome por minutos enteros en las descripciones del planeta desértico, las texturas de las plantas, que veo todos los días, pero en esas páginas son atesoradas, las medidas necesarias para recolectar agua y huir de bichos gigantes simultáneamente. Es la única novela que me ha causado una reacción física al leerla: nunca he tenido tanta sed y comezón a causa de un libro. Me gustó muchísimo la historia, pero más que nada la creación detallada del universo y sus complejidades. Imagino que es de esas novelas que uno puede leer muchas veces, tomando una perspectiva diferente cada vez: la política, la religiosa, la ecológica, etc. Indudablemente, con lo que sucede ahora en nuestro mundo, lo distópico parece más bien una advertencia. Me hizo pensar mucho en lo que será nuestro futuro y lo que dejaremos a las generaciones que ya nos pisan los talones y no tenemos promesas que sepamos con certeza que podremos cumplir. 

Afuera en el jardín, mis amores aprovechan los últimos rayos de sol para jugar a la pelota. Viéndolos desde aquí por la ventana, son un sueño hecho realidad y estoy segura de que es todo lo que tú querías para nosotros.

Te mando un gran abrazo con el deseo de verte pronto, de enseñarte a esta familia que hemos creado entre las paredes de esta casita amarilla que aún tiene tu nombre en la puerta. 

Siempre

Bilhá