28 Octubre 2021
Semáforo verde
587 días de aislamiento (parcial)
Vacunas 2 dosis

Querido Guayabito,

Espero que estés muy bien. He pensado mucho en tí desde hace unas semanas. Todo empezó un día que iba manejando en Cholula y ví a una persona que me pareció idéntica a tí. Paré el auto y me quedé mirando al hombre como boba, esperando que quizás me reconociera a mí, hasta que el pobre se puso incómodo y me dí cuenta de que no eras tú. Puse mi cara de “perdón!” y me fui con mi vergüenza lo más rápido que pude. 
Me hubiera encantado que sí fueses tú. No sé dónde te encuentras ahora, así que te escribo.

Afuera hace un otoño precioso este año, de esos típicos con las hojas secas en el piso, las tardes nubladas y, por las noches, esas lunas de octubre que son enormes. Los campos se han llenado de flores de cempasúchil, el pan luce suculento en las panaderías, el mercado está lleno de gente que compra ceras, calaveritas de azúcar y papel picado; mientras el ambiente huele a incienso y está todo decorado con los colores típicos de la temporada de muertos. Siempre me ha gustado que los mexicanos recordamos a quienes nos faltan con una ofrenda festiva, las cosas que les gustaban, colaborando con otros o de manera privada trayendo a la memoria a los demás con alegría. El día de muertos, de alguna manera, llena de vida las ausencias. 

Para nuestra pequeña familia, las primeras semanas de clases de los niños nos han tenido corriendo, tanto así que hemos pasado ya al semáforo verde sin darnos cuenta de verdad. Nos quedan muchas preguntas y ansiedades respecto a salir de nuevo a la calle, si no es el fin en realidad. No nos sentimos preparados para volver a lugares cerrados, por mucho que haya cubrebocas y las promesas de “todas las medidas”.

Sin embargo, pasar al verde significa también que al fin nos acercamos a una etapa de reencuentro y eso me llena de ilusión pues podremos ver a algunos familiares y amigos que, debido a la distancia, las precauciones por edad o salud, además de las restricciones del semáforo, no podíamos ver hasta ahora. Y es que nos hace ya mucha falta vernos por mera salud mental.

Así como vamos tratando de recuperarnos de la pandemia de COVID19, me parece que también nos adentramos a una epidemia gigante de inestabilidad mental. Con el levantamiento de las restricciones, cuando los trabajos y vida social empiezan a retomarse, nos damos cuenta de las terribles consecuencias que ha tenido este periodo en la salud mental de la población, debido a los duelos no terminados, las adicciones descontroladas por el encierro, las relaciones que se rompieron en el proceso y las soledades extremas o descubiertas.  Creo que este periodo nos ha dejado una sociedad lastimada, impactada por el trauma, que no ha podido procesar las pérdidas con los rituales que nos sanan y permiten reconocer que, a pesar de la devastación, seguimos siendo parte de una comunidad.

En un contraste marcado con el espiral caótico que atravesamos con la epidemia, vivimos paralelamente en México un momento histórico en el que la manera de ver y entender el poder está tomando un camino diferente. Por décadas crecimos con la idea de que los cambios de gobierno eran el equivalente a pasar el cucharón para servirse del robo que pasaba de unos poderosos a otros. De esa manera, la transformación que se está viviendo en el país ahora parece una revancha de los que no tenían acceso al cucharón contra los que lo tenían.

Sin embargo, las cadenas de corrupción que se fomentaron desde el poder, con las que se operaba en la opacidad, están cambiando (a pesar de la enorme resistencia), incluso esos cambios están empezando a permear hacia las prácticas cotidianas. Tan solo el que creamos que ahora la transparencia es importante es producto de un cambio de mentalidad, de percepción del poder. Eso es tremendamente positivo y es esperanzador pensar que quizás en nuestra vida lleguemos a ver a un país con valores y prácticas totalmente diferentes a aquellos con los cuales crecimos en décadas pasadas.

Todos los cambios políticos, económicos y sociales, tienen un impacto profundo en nuestra apreciación de la realidad, de nuestra vida y la calidad de ella. Sin duda, el cambio en México pone presión a esos grandes grupos que en el pasado habían sido intocables, por razones de raza, de clase o de poder; durante generaciones habían actuado con total impunidad, con reglas y valores completamente diferentes a los que el resto de la población debía trabajar. Devolver, entonces, un poco de la dignidad del poder popular a la gente de a pié es un enorme cambio para nuestra sociedad, y uno que yo creo que podemos festejar en grande.
  
Con las críticas que todo gobierno debe tener, vemos hoy día a un país que camina y se transforma con un objetivo claro. No se supone que debe ser perfecto, se supone que debe remover el suelo, revolver, deshacer esos cimientos petrificados de actitudes frente a la autoridad y la burocracia, que por tanto tiempo limitaron el potencial de mucha gente valiosa con buenas intenciones que no pudo traspasar la barrera de las conecciones, los lenguajes de  corrupción o los sobornos.

La nueva canción de Adele “Easy on me” suena de fondo en repetición mientras yo termino de pintarle las manchas a la jirafa que será el disfraz de mi bebé. Siempre me ha parecido que las canciones de Adele son de una simplicidad maravillosa que, acompañada de su voz privilegiada, le hacen pensar a uno que ella de verdad siente lo que uno siente a cada estrofa. Sigo pintando y pienso: la vida ha cambiado mucho desde ese verano en que nos alistamos para cambiar el rumbo, cambiar el mundo y volar. Me gustaría ver lo que esta década te ha cambiado a tí, querido. 

Que mi abrazo y solidaridad te alcance dondequiera que te encuentres.

Siempre
Bilha

Twitter: @Clitemnistra


Periodista. Escribe sobre asuntos internacionales, crisis, conflicto y periodismo. Previamente corresponsal en Jerusalem.