Por Ruby Soriano

Dicen que Doña Rosario Orozco es una diestra en eso de las artes de la cocina, que sus moles y chiles en nogada son de campeonato. En muchos momentos dio muestra de ser buena anfitriona al lado del finado ex gobernador Barbosa, pues en su gran silencio, siempre se le vio acompañándolo.

En tanto, Julio Huerta el primo del extinto mandatario agarró las riendas de lo político frente a la minada salud que enfrentaba su primo.

Pues bien, me parece que cada etapa tiene sus tiempos y sus protagonistas.

A Doña Chayo le debe quedar claro que ella no es lideresa moral, ni guía, ni cabeza de ninguna herencia maldita que nos quieran endilgar a los poblanos.

Y el hoy Secretario de Gobernación también debe tener muy presente que los gobiernos no son plazas a la vieja usanza magisterial, es decir, se van heredando de parentela en parentela.

Bastante tuvimos con la imposición de Rafael Moreno Valle al encapricharse y heredarle el poder a su esposa, Martha Érika.

El estigma hereditario que muchos personajes le otorgan a la política son señales de ambición, de esa ansiedad de ungirse en la inefable fantasía de perpetuarse en un poder que tarde o temprano termina por ser efímero.

Resulta francamente caricaturesco pensar que el finado gobernador Barbosa nos quiera heredar a toda su parentela para gobernar a la entidad.

En Puebla estamos hartos de la horda de políticos de etiqueta primitiva que quieren poder para tener.

Bastante maniobramos los poblanos con las “locuras del emperador” que de acuerdo al humor con el que amanecía se libraban órdenes de aprehensión.

La memoria es algo que a esta pléyade de parientes les hace falta refrescar.

Durante 4 años Puebla ha estado estancada en combate a la pobreza, inseguridad, crecimiento económico y un rezago difícilmente posible de ignorar. 

Bromas de cuarto nivel como imaginar a Eric Cotoñeto aspirando a una senaduría nos deben alertar para frenar las ambiciones familiares de quien ya no es, ya no está y ya se fue. 

La máxima por más que se repita insisten en anularla para esquivarla: “El poder no se hereda”. Sólo falta que entre tanta ambición intente también endilgarnos a una vocera con sueños transexenales.

Puebla sigue padeciendo no sólo el saqueo de quienes quieren preservar sus cotos de poder. También encara esos vacíos reales donde al igual que en el país, los suspirantes a cargos de elección popular están coronados por el halo de la continuidad, que no es tal, sino más bien representa las garantías de impunidad para quien impulse y concrete las herencias.

Ya sólo falta que desde el más allá, Barbosa siga dictándole agenda a Doña Rosario.

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