1968 no se olvida…

Huelgas, inconformidad de estudiantes, revolución sexual, manifestaciones, violencia, y represión gubernamental, fueron la antesala de una serie de hechos que desencadenaría en el linchamiento de 1868.

Este 14 de septiembre de 2018 se conmemoran 50 años de la también llamada “Masacre de San Miguel Canoa”, el linchamiento de trabajadores de la UAP, en una junta auxiliar perteneciente al municipio de Puebla y a solo 13 kilómetros de la capital poblana.

Ocurrió durante la noche, cuando Ramón Calvario Gutiérrez, Miguel Flores Cruz, Julián González Báez, Jesús Carrillo Sánchez y Roberto Rojano Aguirre: dos, bibliotecarios; dos, empleados de intendencia y uno más chofer, decidieron interrumpir su excursión con rumbo a la Malinche y buscar refugio en Canoa.

Fue una fuerte tormenta la que decidió su destino, pues los trabajadores quedaron varados en la comunidad compuesta por una mayoría náhuatl, ferviente creyente de su santo patrono San Miguel Arcángel y mal influenciada por Enrique Meza, párroco de Canoa quien desde el pulpito azuzaba a los creyentes con un discurso contra el comunismo, les advertía que estaban cerca y que pronto llegarían y colocarían banderas rojinegras en la iglesia, prohibirían el culto y robarían la virgen y demás imágenes.

Solos y sin tener donde quedarse, pidieron permiso en la Presidencia para quedarse, a una tienda y al curato de la iglesia, obteniendo un no por respuesta.

Odilón García, un pintor que volvía a casa y al igual que ellos trabajaba en Puebla, no dudó que su hermano Lucas, podría recibirlos.
Y así fue, Lucas los recibió en su casa donde habitaban su esposa Tomasa y sus tres hijos.

A partir de entonces, como pasa en todos los linchamientos la desinformación ganó y los habitantes solo vieron al párroco convertirse en profeta, pues él les advirtió de la llegada de los comunistas, en forma gente proveniente de la UAP.

Primero fue un pequeño grupo que no dudó en seguir escuchando al sacerdote, quien recomendó detenerlos y golpearlos antes de que instalaran la bandera rojinegra en la iglesia e intentaran robarse a la virgen patrona.

Al pequeño grupo le siguió el sonido de las campanas de la iglesia para que todos se congregaran, entonces el párroco no cedió en su discurso, a pesar de ver como la turba crecía y comenzaba a armarse con palos, piedras, machetes, para dirigirse a la casa de Lucas y enjuiciar a los excursionistas.

Las primeras víctimas fueron Lucas y su hermano Odilón por negarse a entregar a los trabajadores, a ellos le siguieron Jesús y Ramón.

Los cuatro tuvieron el mismo juicio: fueron amarrados y golpeados hasta que sus cuerpos quedaron machacados.

Los únicos sobrevivientes y heridos de gravedad fueron Julián, Miguel, Roberto, Tomasa y los niños.

A pesar de que el hecho trascendió a los medios nacionales, no hubo justicia para castigar a los participantes en el linchamiento y mucho menos se castigó al principal incitador, Enrique Meza, el párroco del pueblo quien salió impune.