Redacción

Las fuertes lluvias seguidas de una prolongada sequía, un aumento en el consumo local y una caída en la cantidad de granjeros que cultivan marihuana se combinan para generar escasez en el famoso mercado jamaiquino de la droga, mayormente ilegal. Los expertos dicen que es el peor momento de ese mercado de que tienen memoria.

“Es una vergüenza cultural”, afirmó Triston Thompson, ejecutivo de Tacaya, consultora del naciente sector regulado del cannabis.

Jamaica, un país que los extranjeros asocian con la marihuana, el reggae y los rastafarians, autorizó la venta de marihuana con fines médicos y de pequeñas cantidades para consumo recreativo en el 2015.

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Las personas pilladas con dos onzas (56 gramos) de cannabis o menos deben pagar una pequeña multa. No son detenidas ni les queda un antecedente policial. También se permite a toda persona cultivar no más de cinco plantas y los rastafarians pueden fumar ganja con fines sacramentales.

Sin embargo, no hay un cumplimiento estricto de las leyes y muchos turistas y jamaiquinos siguen comprando marihuana en la calle, donde es cada vez más escasa y cara.

La situación se agravó por el COVID-19. Toques de queda a partir de las seis de la tarde impidieron a los campesinos atender sus cultivos de noche, como es la costumbre, según Kernrick Wallace, de 29 años, quien tiene casi una hectárea de tierra en Accompong, en la que cultiva marihuana con la ayuda de 20 personas.

Destacó que no hay carreteras y que los agricultores deben ir a sus tierras caminando. Luego tienen que buscar agua en pozos y manantiales.

Activistas dicen que la pandemia, combinada con el levantamiento de muchas restricciones a la marihuana, hizo que aumentase el consumo local y esto contribuyó a la escasez, por más que la pandemia haya frenado la llegada de turistas extranjeros atraídos por la ganja.

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Los turistas toman nota de la situación y abundan los comentarios en las redes sociales acerca de las dificultades para conseguir marihuana en la isla.