El 2 de junio nos ha sorprendido con la muerte de tres mujeres involucradas en la política, las tres asesinadas con arma de fuego, las tres víctimas del proceso electoral más grande y violento nunca antes visto en México.

La primera de ellas fue Pamela Terán, regidora con licencia de Juchitán, Oaxaca, asesinada a balazos la madrugada de este sábado en ese municipio del Istmo de Tehuantepec, junto con dos acompañantes.

Horas después se dio a conocer el asesinato de Juany Maldonado, candidata del PVEM por el distrito 2 con cabecera en Huauchinango, quien fue ultimada a tiros junto con Erika Cazáres, regidora de Salud del municipio de Juan Galindo y también militante del PVEM.

Las condenas llueven en redes sociales, desde Alonso, Doger, Barbosa, Chaín, Gali, Lozano, Tanus, Migoya, Deloya, Rivera, partidos políticos, activistas, diputados, exdiputados, periodistas, todos “condenan” y lamentan lo ocurrido.

Estimados políticos: las condenas, lamentos y moños negros no sirven de nada cuando desantendieron su primera encomienda: servir a los ciudadanos, procurarles seguridad y protegerlos a través de la aplicación de la ley.

Las consecuencias ahí están, hoy fueron Juany, Erika, Pamela, pero antes y después de ellas siempre habrá alguien más que será un “daño colateral” de la violencia en México.