Por Ruby Soriano

Las imágenes que vimos en Puebla en la marcha convocada por el gobernador Miguel Barbosa para mostrar su músculo de apoyo al presidente Andrés Manuel López Obrador, reflejó postales grotescas no sólo de parte de quienes la protagonizaron, sino también por el significado que tienen.

Una Puebla con tantas carencias y hundida en muchos rezagos nos mostró el rostro de quien gobierna con la mano que arropa corrupción de los cercanos y golpea a los críticos o detractores cuyo peso de la ley se traduce en persecución o encarcelamientos.

Un Barbosa disfrazado de “Messías” región 4 protagonizó el foco de atención entre los gritos, empujones que desde su silla de ruedas apreciaba como un gran logro gubernamental.

Fue una marcha de disfraces pues es una realidad que la cúpula de los seguidores del mandatario poblano está muy lejos de estar integrada por auténticos López-obradoristas o militantes de izquierda.

La borregada y los peones del barbosismo hicieron pase de lista con una falsa militancia que está lejos de asumirse por convicción. Ahí se concentraron los que fueron a defender su hueso, su cargo, su puesto, su prebenda y hasta su cuenta pública para quedar bien con el inquilino de Casa Aguayo.

Fiel a su espíritu de vendimia acomodaticia de acuerdo a como soplen los vientos políticos en Puebla, el senador Alejandro Armenta se ciñó a esa convocatoria de un gobernador quien nunca lo ha mirado en el círculo de sus cercanos.

Las corcholatas del mandatario poblano hicieron acto de presencia con el halo inconfundible de la borregada que sigue órdenes para quedar bien con su jefe.

El presidente del Congreso del Estado, Sergio Salomón Céspedes haciendo un papel francamente doloso como un alfil que sabe sólo obedecer.

Olivia Salomón y su falsa militancia revestida de una izquierda perfumada a la que NO pertenece y que tampoco la acepta.

También asistieron los ediles y diputados de relleno, quienes están para lo que “mande y diga” el gobernador como muestra de servil fidelidad que se canjea con el blindaje de impunidad para sus cuentas públicas.

La gran pregunta es si a los poblanos nos beneficia que un gobernador en estas condiciones de salud nos muestre a los ciudadanos un músculo político que por momentos, nos hace sentir coraje y lástima por la figura de un mandatario que elige pensar en un poder ceñido al acarreo de miles de burócratas, quienes llegaron por miedo o a cambio de lo que pueden esperar para el futuro inmediato.

La legitimidad de un gobierno no se refrenda con marchas. Las acciones de un mandatario se dan en los hechos y en Puebla pasamos de golpe y porrazo de las excentricidades de un morenovallismo, a los excesos primitivos de un gobierno que mira la corrupción como una acción de venganza en contra de quienes no avalen sus acciones.

En Puebla no hay recursos para combate a la pobreza, hay dinero y mucho, para pagar decenas de autobuses que acarreen burócratas de todo el estado; hay dinero para colocar pantallas en las calles del centro histórico para transmitir la marcha de los disfraces. También hay dinero para pagar las portadas de ocho en medios de comunicación y las columnas serviles.

Así el estilo de gobiernos en una 4T carcomida por militancias que nacieron en los partidos de la corrupción y hoy se agrupan como redentores de la transformación.

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