Dice la historia que previo a la caída de Tenochtitlán hubo presagios que vaticinaron el fin del gran imperio: un cometa de fuego, el incendio inapagable del templo de Huitzilopochtli, la caída de un rayo que no hizo ruido, el llanto interminable de una mujer, una lluvia de fuego, la aparición de extrañas y deformes criaturas que desaparecían tras ser vistas.

Los deudos del morenovallismo (porque herederos les quedó grande) acaban de vivir su noche triste. Los presagios comenzaron a llegar con la caída de los “dos pájaros azules” en vísperas de la nochebuena.

También la historia indica que solo había una persona capaz de sustituirlo en caso de ausencia: Cihuacóatl.

Cihuacóatl era quien colaboraba con el tlatloani en el gobierno, su único consejero y el único con el poder de reemplazarlo sin desatar una sublevación interna.

Curiosamente, Cihuacóatl también se refiriere a una divinidad mexica, mitad mujer mitad serpiente.

Sin el Gran Tlatloani y sin Cihuacóatl no solo llegaron los lamentos, sino también las guerras no declaradas entre los huérfanos que comenzaron a pelear por convertirse en el heredero.

Esfuerzos vanos, pues ninguno tiene el garbo necesario para reemplazarlo.

Y es que el Tlatloani nunca erró al repartir su liderazgo en varias personas, para que siempre fuera indispensable.

La presentación de la terna para gobernador interino precedió a la “Luna de sangre” que acabó con las esperanzas de detener la caída del imperio morenovallista.

Pero ya era inevitable, pues hasta los propios morenovallistas votaron por dejar fuera a Rodríguez Almeida y Gerardo Islas, y es que sin el Gran Tlatloani y sin Cihuacóatl se perdió la certeza inamovible de seguir órdenes al precio que fuera.

Incluso Genoveva Huerta la “líder” del PAN en Puebla cortó la cabeza de Almaguer y ofreció a los caciques del CEN el corazón de Marcelo como sacrificio de último minuto para congraciarse por su inexistente liderazgo ante los morenovallistas, pero fue demasiado tarde porque el “tsunami” ya estaba tocando las puertas del CIS provocando la desbandada de morenovallistas de las secretarías de gobierno.

El presagio más reciente lo dio el Popocatépetl con una estruendosa explosión que cimbró hasta a la capital del estado.

Su estallido se convirtió en el indicio más claro de la caída del morenovallismo,  pues llegó casi al mismo tiempo que Fernando Manzanilla era investido como titular de la SGG.

Solo queda esperar que esta versión moderna de la conquista sea positiva para los poblanos.

Y es que, a la caída de la Gran Tenochtitlán le siguieron 300 años bajo el yugo español.

¡¡¡Ups!!!