“La juventud no es solo una etapa intermedia de la vida de las personas,
es una búsqueda constante, un estado anímico
y una postura frente a lo que nos depara el futuro”.
Abel Pérez Rojas.

La poesía –cuando es poesía– tiene una acción vitalizadora que repercute favorablemente en la salud, el estado de ánimo y la prospectiva de las personas; si las anteriores son características de la juventud –y no solo una etapa intermedia en la vida de los seres humanos contabilizada en años–, entonces, la poesía prolonga la juventud.

De ninguna manera intento presentarme como alguien experto en temas de salud, ni en cuestiones cerebrales, solo hablaré de mi propia experiencia, de mi labor como educador permanente, poeta y comunicador.

Desde hace algunos años he asumido la poesía –siempre consciente de que hay pseudopoesía y que eso es entrar en los terrenos pantanosos de la subjetividad–, como una especie de “gimnasia cerebral”, tanto desde la postura de quien la crea, como desde quien es lector o afín a vivirla.

Llevo años propiciando que las personas de cualquier edad se encuentren con la poesía.

Sin importar la edad, cuando las personas crean o se sumergen en la esencia poética, algo pasa en su ser que no son los mismos.

En ese proceso sus ojos brillan con mayor intensidad, se les eriza la piel, recuerdan pasajes de su pasado que habían olvidado, establecen vínculos nuevos entre lo posible, lo utópico, lo fantástico, lo íntimo.

Si llegan al punto de adoptar un estado poético permanente su vida da un giro de tal dimensión que todo cobra un cariz peculiar: todo es poetizable a toda hora. No hay límites. Nada es igual.

He visto que cierta poesía despierta, detona o potencia la vida amorosa, romántica, erótica y sexual de los adultos mayores[1].

Sin duda, estoy en condiciones de afirmar que cierta poesía, por ejemplo, la reflexiva, filosófica, motivacional y trascendente, quita el halo de lo fatuo a la existencia y dota de una carga transgeneracional al mensaje que, nutrido por el Logos, se convierte en proclama, herencia y arrojo.

He visto cómo algunas personas cambiaron la realización terapéutica de crucigramas, “sopas de letras” y juegos de memorización, por la adicción a la construcción de poemas.

Estas personas no solo mantuvieron el regocijo de saber que están haciendo algo por su salud mental y emocional, sino que encontraron un vehículo para migrar sus saberes líricamente y sus secretos de forma velada, sintética y dúctil.

La juventud no es solo una etapa intermedia de la vida de las personas, es una búsqueda constante, un estado anímico y una postura frente a lo que nos depara el futuro.

En ese sentido, ¡cuánta razón tuvo el genial Pablo Picasso!:

“Lleva tiempo llegar a ser joven”.

No fue una vez, varias veces el malagueño, considerado uno de los más grandes pintores del siglo XX, ratificó:

“El camino de la juventud lleva toda una vida”.

La juventud no es una cuestión de pocos años, ni la vejez de muchos, es de alegría, creatividad y lozanía; por eso la poesía –y por extensión las artes–, es vehículo a ese estado que, según las palabras de Picasso, lleva tiempo alcanzar.

Todo esto que digo en torno a la poesía y la juventud, parece nacido de alguien que podría incurrir en fanatismo poético, por ello considero oportuno señalar que a lo largo de los últimos años he llegado a este punto después de entrevistar[2] a cientos de poetas, amantes de la poesía, escritores, académicos, divulgadores, burócratas de la cultura, charlatanes, pseudo poetas, científicos,  personas que evitaron el suicidio o aceleraron su rehabilitación gracias a la poesía.

Sé que detrás de lo que digo hay un fuerte sustento proveniente de las neurociencias, como los múltiples artículos[3] que producto de sus investigaciones de laboratorio[4] han desarrollado científicos como mi amigo Enrique Canchola Martínez, profesor universitario especializado en investigar los vínculos entre las hormonas y el cerebro.

Por si fuera poco, he discurrido en las sendas esotéricas y herméticas que me han compartido estudiosos de esos campos como mis entrañables colegas de micrófono, Jorge A. Rodríguez Morgado y Miguel Ángel Martínez, las disquisiciones filosóficas del “Niño Atlántico”, Gabriel Vieira o las interrogantes sembradas desde lo que algún día será la Sociedad Investigadora de lo Extraño (SIDLE), concebida por Fernando Acosta Reyes.

Ni qué decir del recorrido latinoamericano que casi a diario hago gracias al empuje y guía inicial del estudioso poeta e investigador literario colombiano, Leonardo Fabio Marín, o la sapiencia y abnegación de cientos de amigos, colegas, cómplices, seguidores y audiencia esparcida en el planeta.

En fin, no quiero extenderme en lo que pueda alejarnos del meollo del asunto, pero es necesario ese breve recuento a fin de ratificar la necesidad de revalorar la poesía como una cuestión de salud pública y de sanación muy personal.

A manera de síntesis, la poesía es la ruta para prolongar el estado emocional, psicológico y filosófico que da origen y permanencia a la juventud.

Vale la pena que cada quién se dé la oportunidad en todo lo que aquí he dicho y en lo que está detrás de ello, porque millones se están privando de este manjar de la vida, quizá usted sea uno de ellos.

Abel Pérez Rojas (abelpr5@hotmail.com) es escritor y educador permanente. Dirige Sabersinfin.com


[1] Quizá el caso más emblemático para mí sea el del Dr. Salvador Calva Morales, quien se ha volcado en la poesía erótica para documentar su experiencia de vida y constituir un legado bibliográfico para las futuras generaciones, de tal manera que, como resultado de posicionarse en un estado poético permanente, está por publicar su primer poemario erótico bajo el título: «Perfume y fuego» (Sistema Universidad Mesoamericana. 2022); y ya prepara un segundo bajo esa misma tónica lírica.

[2] Tan solo de abril de 2020 al primer cuatrimestre del 2022, el número de transmisiones por Internet a través de la iniciativa #Poesíaalasocho, acumulan poco más de 600 horas de diálogos, entrevistas, debates y encuentros poéticos. Además de los artículos semanales que sobre el tema he escrito, y que en ese mismo periodo rondan la suma de 50.

[3] Canchola Martínez, Enrique. «La poesía, el cerebro y las emociones». Sabersinfin.com. Consultado el 30/04/2022. https://www.sabersinfin.com/articulos/psicologia/25311-la-poesia-el-cerebro-y-las-emociones-articulo

[4] Enrique Canchola Martínez ha realizado experimentos en laboratorio, proyectando algunos poemas de mi autoría a personas y monos, a fin de registrar sus reacciones físicas y las áreas cerebrales que se activan durante ese ejercicio. Aunque el experimento no culminó con las etapas finales de una investigación completa, parte de sus hallazgos y conclusiones parciales las ha compartido en varios de sus artículos, por ejemplo, en el titulado: «La poesía vídeo-visual-auditiva de Abel Pérez Rojas, un análisis desde las neurociencias», consultable en la dirección: https://www.sabersinfin.com/articulos/psicologia/25402-la-poesia-video-visual-auditiva-de-abel-perez-rojas-un-analisis-desde-las-neurociencias-articulo