Qué poco le ha durado el gusto democrático al Movimiento de Regeneración Nacional que ante su joven existencia como partido político de nueva creación, hoy enfrenta una de las peores crisis internas, cuyo pronóstico anuncia un largo litigio donde los perdedores serán los propios morenistas.

Lejos ha quedado aquella aplanadora que arrasó con votos en un país donde vendieron un buen marketing social y de masas sustentado en la figura del fundador, líder moral y hoy presidente Andrés Manuel López Obrador.

La mezcla de intereses, personalidades y egocentrismos desató la maldición de las tribus donde hoy todos se erigen como morenistas de sepa cuando muchos de ellos, ni siquiera figuraron en el trabajo de resistencia que durante años llevó a cabo Andrés Manuel López Obrador.

Hoy Morena es rehén de sus propios vicios, donde hay una “nomenklatura” como en los viejos partidos donde el dedazo se disfraza de mediciones, pronunciamientos financiamientos y lo que haga falta para mantener el control de parte no sólo del líder moral, sino de las ligas de poder que de ninguna manera están dispuestos a perder la ventaja de manejar y distribuir candidaturas en los diferentes bastiones de poder en el país.

La definición del nuevo dirigente nacional de Morena se antoja larga y aún tardía, sobre todo por el madruguete que la tarde del domingo aplicó Porfirio Muñoz Ledo al adelantarse y nombrarse como legítimo ganador de la presidencia anunciando que este lunes lo hará oficial.

El resquebrajamiento de la unidad morenista es el reflejo de lo que ha sido el manejo de un poder fáctico que sucumbió al estilo y usanza de las viejas estructuras de poder político, donde la llamada plataforma de principios ha quedado como muestra fiel de lo que ni ellos mismos han sido capaces de cumplir.

Con un presidente que por momentos desconoce ser la cabeza del rebaño morenista pero que sigue moviendo las decisiones de poder al interior del mismo, las tribus de este partido cruzan lanzas para defender sus intereses amparados en quienes creen será el mejor dirigente para Morena.

El partido del Presidente es el mejor ejemplo del desmoronamiento de esas militancias donde hoy los puros y neo-morenistas se preparan para la carnicería que será pelear y arrebatarse candidaturas, aunque en ello se ponga en juego la fidelidad con el presidente AMLO.

“Les quedó grande el pueblo”

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