Raúl Castro Ruz cedió la presidencia a Miguel Díaz-Canel quien fuera vicepresidente de la isla. Se trata de un hecho histórico en Cuba la cual después de más de 40 años será gobernada por alguien que no tiene el apellido Castro.

El hecho histórico ocurrió este jueves 19 de abril de 2018, sin embargo, Raúl Castro, sucesor de Fiel Castro se mantendrá hasta 2021 como primer secretario del Partido Comunista, el órgano máximo de decisión en la isla por disposición constitucional.

Miguel Mario Díaz- Canel, de 57 años, resultó electo Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba por la recién constituida Asamblea Nacional del Poder Popular en su Novena Legislatura, con 603 votos de 604 posibles, el equivalente al 99.83 por ciento.

Díaz-Canel fue el único candidato propuesto por la asamblea, por lo que la rectificación del cargo era una mera formalidad.

Díaz-Canel inicia un mandato de cinco años, renovable por otros cinco pero no más por el límite de dos legislaturas establecido por Raúl Castro para los altos cargos. El relevo presidencial ha estado marcado por la llamada a la “continuidad”, el concepto clave del oficialismo en una coyuntura trascendental que evitan identificar con una transición para no dar espacio a la idea de un posible cambio de régimen.

Además, los miembros del parlamento eligieron como Primer Vicepresidente a Salvador Valdés Mesa, de 72 años, quien hasta el momento se desempeñaba como vicepresidente del Consejo de Estado, luego de haber ocupado importantes responsabilidades partidistas y sindicales.

El máximo órgano de poder del estado cubano eligió además, por voto secreto y directo a cinco vicepresidentes, el secretario y 23 miembros del Consejo de Estado, de ellos 11 de nueva elección y 15 mujeres. Ocupan las vicepresidencias Ramiro Valdés Menéndez, Roberto Tomas Morales Ojeda, Gladys María Bejerano Portela, Inés María Chapman Waugh y Beatriz Jhonson Urrutia. Homero Acosta fue reelecto como secretario.

El delfín

El nuevo presidente es un ingeniero electrónico que ha subido la escalera del poder con discreción durante tres décadas en la burocracia del partido, se presenta, por lo tanto, como el continuador de la línea revolucionaria y socialista y, más específicamente, del proceso de reformas iniciado por Raúl Castro en la última década.

Entre sus retos se encuentra el de impulsar el tránsito a un modelo de mercado para revitalizar la economía –con la complejidad de no soliviantar a las facciones tradicionalistas del partido– y convertirse en una figura de autoridad unitaria acatada por las élites burocráticas y del Ejército y, en último término, por la sociedad.

Su desafío es garantizar, como lograron los Castro, que la estabilidad del sistema siga descansando en la concentración de mando en la cima de la pirámide. Y, finalmente, deberá afrontar la relación con Estados Unidos, donde Donald Trump ha vuelto a cultivar el antagonismo de antaño.

Los analistas coinciden en que el alcance reformista de Díaz Canel es una incógnita, por lo poco que se sabe de él y porque no se puede prever la autoridad que llegue a tener.

Díaz-Canel es considerado un reformista, un tecnócrata convencido de la necesidad de modernizar el ruinoso sistema socialista para mantenerlo a flote. No apunta, sin embargo, como un liberalizador en materia política y de sociedad civil.