El 1 de julio, mientras el país vivía una de las jornadas electorales más concurridas, Puebla hacia historia al reportar una inédita ola de violencia que culminó con 70 urnas vandalizadas y cinco muertes.

No es anular la elección, es respetar la demanda legítima de los poblanos que no están pidiendo que se declare a Miguel Barbosa gobernador de Puebla, sino están demandando que se repita la elección pues hubo 70 urnas vandalizadas y cinco muertes.

No es anular la elección, pues tampoco se está discutiendo si el experredista era un “mal candidato” que debe aceptar perder, como dijo la gobernadora electa Martha Erika Alonso Hidalgo, se está exigiendo que se respete cada uno de los votos.

No es anular la elección, es respetar al gremio periodístico, mismo que el día de la entrega de constancia de mayoría a Martha Erika fue relegado hasta el espacio del estacionamiento, donde fueron fotografiados y rodeados por un cerco policíaco.

No es anular la elección, es explicar por qué las cifras no cuadran porqué hay 65 mil votos de diferencia entre la elección federal y la estatal.

No es anular la elección, es hacer democracia, es repetir la elección en al menos esas 70 casillas que fueron vandalizadas, porque los poblanos salieron a votar y obtuvieron como respuesta gente armada que violentó los espacios públicos.

No es anular la elección, es dar respuesta a las 543 denuncias que se presentaron ante la Fepade.

No es anular la elección, es explicar la presencia de vehículos oficiales y funcionarios de gobierno en el Hotel MM, en el que panistas estaban “cotejando” datos.

No es anular la elección, es entender por qué en los municipios más pobres ganó el PAN y en los más ricos, entre ellos la capital, perdió todo.

No es anular la elección es un mensaje claro: la Puebla que en 2010 “abrió los ojos” ya no los tiene cerrados.

?: Twitter @MaguMonero