«Si a tu ventana llega una paloma,
trátala con cariño que es mi persona.
Cuéntale tus amores, bien de mi vida.
Corónala de flores, que es cosa mía…»
Sebastián Iradier, La paloma

«Yo soy María Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y de América. Yo soy María Carlota Amelia, prima de la Reina de Inglaterra, Gran Maestre de la Cruz de San Carlos y Virreina de las provincias del Lombardovéneto acogidas por la piedad y la clemencia austríacas bajo las alas del águila bicéfala de la Casa de Habsburgo. Yo soy María Carlota Amelia Victoria, hija de Leopoldo Príncipe de Sajonia-Coburgo y Rey de Bélgica, a quien llamaban el Néstor de los Gobernantes y que me sentaba en sus piernas, acariciaba mis cabellos castaños y me decía que yo era la pequeña sílfide del Palacio de Laeken…»

Marie Charlotte Amélie Victoire Clémentine Léopoldine, nació el 7 de junio de 1840 en el Castillo de Laeken en Bélgica. Fue la hija menor de los reyes Leopoldo I y María Luisa de Orleans. A los diecisiete años se casó con el archiduque austriaco, Ferdinand Maximilian Joseph María, y siete años después, se embarcó en la fragata Novara para convertirse en Carlota Amelia, Emperatriz de México.

Fueron muchas las circunstancias que se conjuntaron para convencer a los príncipes de que su presencia era necesaria y bienvenida. Desde la invitación de una “asamblea de notables” mexicanos, hasta la ambición de poder de Napoléon III, quién, aprovechando que el gobierno juarista había decretado la suspensión de pagos de la deuda contraída con varias naciones europeas y a pesar de que ya se habían firmado los acuerdos de renegociación crediticia, decidió invadir México.

«Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina, hija de Luisa María de Orleáns, la reina santa de los ojos azules y la nariz borbona que murió de consunción y de tristeza por el exilio y la muerte de Luis Felipe, mi abuelo, que cuando todavía era Rey de Francia me llenaba el regazo de castañas y la cara de besos en los Jardines de las Tullerías…»

Como todos sabemos, la aventura de la pareja imperial fracasó, aunque lo que ahí ocurrió, pocos lo saben con certeza; pero solo una persona parecería haber sido testigo de los acontecimientos, ya que únicamente él, ha logrado narrar esos hechos como si los hubiera presenciado; como si hubiera sido confidente de los emperadores; como si hubiera recorrido el largo trayecto entre los castillos de Miramar y Miravalle, de donde salieron unos archiduques para convertirse en emperadores; como si hubiera estado al lado de Maximiliano para recibir a los notables que le ofrecieron la corona mexicana y como si hubiera subido con el depuesto emperador hasta el Cerro de las Campanas, para verlo santiguarse antes de ser fusilado. Parecería, que estuvo presente en el momento en que la princesa Salm Salm se arrodilló ante el presidente Juárez para implorarle clemencia por el austriaco; que escuchó al propio presidente negar el perdón, en cumplimiento de la ley y de la voluntad del pueblo. Parecería, que acompañó a Carlota para cruzar el océano y erigirse en regente del país; para llevarla de regreso a Europa a reclamar la intervención del Papa y exigirle a Napoléon – el pequeño -, el cumplimiento de sus promesas; para recluirla en un castillo, -que ya no era el suyo-, para tomar nota de sus delirios, -demencialmente cuerdos-, y para relatar todas esas vivencias en un libro magnífico. Porque, parecería que Fernando del Paso, fue el testigo privilegiado de esos acontecimientos, y no quedarían dudas, excepto, porque nació casi un siglo después de que la malhadada aventura imperial hubiera concluido, y se fue, durante muchos años a Europa, en donde dedicó una década a escribir una obra maestra.

«Yo soy María Carlota Amelia Victoria Clementina Leopoldina, sobrina del Príncipe Joinville y prima del Conde de París, hermana del Duque de Brabante que fue Rey de Bélgica y conquistador del Congo y hermana del Conde de Flandes, en cuyos brazos aprendí a bailar, cuando tenía diez años, a la sombra de los espinos en flor…»

Noticias del Imperio, es una obra tan notable, que incluso tiene anécdotas propias. El mismo autor comentaba que, estando en París, dejó olvidado en la Gare du Nord, un maletín que contenía el espléndido monólogo de Carlota, se percató cuando estaba a bordo de un taxi y tuvo que descender y regresar corriendo unos tres kilómetros para recuperarlo. Para fortuna, -tanto suya, como nuestra-, lo encontró en la oficina de objetos encontrados, que es el equivalente francés a las míticas dependencias nacionales de objetos perdidos. Decía el escritor, que en el recorrido perdió varios kilos, aunque no se sabe, si fue por la angustia de extraviar los textos o por la carrera; incluso, Rafael Tovar y de Teresa, que por aquellos años era funcionario de la embajada mexicana en Francia, tuvo a bien guardar un par de copias en la caja de valores de la representación nacional. Y no era para menos, porque la obra, constituye una de las piezas más preciadas y bellas de la literatura.

«Yo soy Carlota Amelia, mujer de Fernando Maximiliano José, Archiduque de Austria, Príncipe de Hungría y de Bohemia, Conde de Habsburgo, Príncipe de Lorena, Emperador de México y Rey del Mundo, que nació en el Palacio Imperial de Schönbrunn y fue el primer descendiente de los Reyes Católicos Fernando e Isabel que cruzó el mar océano y pisó las tierras de América, y que mandó construir para mí a la orilla del Adriático un palacio blanco que miraba al mar y otro día me llevó a México a vivir a un castillo gris que miraba al valle y a los volcanes cubiertos de nieve, y que una mañana de junio de hace muchos años murió fusilado en la ciudad de Querétaro. Yo soy Carlota Amelia, Regente de Anáhuac, Reina de Nicaragua, Baronesa del Mato Grosso, Princesa de Chichén Itzá. Yo soy Carlota Amelia de Bélgica, Emperatriz de México y de América: tengo ochenta y seis años de edad y sesenta de beber, loca de sed, en las fuentes de Roma.»

Adriana Hernández Morales

Título: Noticias del Imperio

Autor: Fernando del Paso

Año de publicación original: 1987

Editorial: Fondo de Cultura Económica

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.