Para reducir el impacto y daño ambiental que producen los 500 millones de popotes al día, una empresa estadounidense diseñó popotes comestibles, biodegradables, con la misma estructura y durabilidad que los de plástico.

Las pajillas están hechas a base de alga marina, con endulzantes y saborizantes orgánicos y colorantes derivados de frutas y vegetales, además de que no contienen plástico, gluten, gelatina, bisfenol ni transgénicos.
La idea pertenece a la nueva línea de la empresa Loliwarr que en 2015 lanzó vasos comestibles, mismos que permanecen en el mercado y tienen una gran variedad de sabores.
Al igual que los vasos, los popotes son híper-compostables, pueden ser degradados en los océanos y no son transgénicos y por ser de algas para la creación de estos popotes es que no requieren recursos de la tierra y son capaces de absorber CO2.

Tienen una caducidad aproximada de 24 meses y no necesariamente tienen que comerse pues se descomponen como el resto de los alimentos, incluso si permanecen en el agua se disuelven en 24 horas.

Por ahora, la compañía tiene popotes con sabor a caramelo, mango o chocolate hechos con edulcorantes orgánicos y sabores y colores derivados de frutas y verduras.

Actualmente la empresa está recaudando fondos con el objetivo de comercializar en masa el producto donde sea que se utilicen los popotes de plástico.