El primer huracán informativo del 2020 obligó al mundo a voltear la cabeza y esperar nervioso el desarrollo de la más reciente crisis entre Estados Unidos e Irán.

El dos de enero un ataque aéreo estadounidense ordenado por el presidente estadounidense Donald Trump mató al General iraní Qassam Suleimani, líder de la Fuerza Quds que es el brazo paramilitar de los Guardianes de la Revolución Iraní, argumentando que éste era una amenaza para los Estados Unidos por sus lazos con grupos que EEUU denomina terroristas, su  liderazgo en Irán y su marcada influencia en Iraq, Siria, Yemen, Líbano e incluso Gaza.

Dada la gravedad de un evento de esta magnitud, desde  el momento en que Donald Trump anunció el asesinato de Suleimani se produjo un torbellino de reportes y noticias que, impulsados por las redes sociales, generaron preocupación de un estallido de una nueva guerra o intervención estadounidense en Medio Oriente.

Las agencias de noticias internacionales y cadenas de televisión reportaban en ciclos continuos sobre el evento, advirtiendo de la posible enfrentamiento militar que podría estallar entre Estados Unidos e Irán, haciendo suposiciones sobre las consecuencias económicas, el impacto regional e incluso nombrando a ganadores y perdedores.

¿Se desataría una confrontación militar? La televisoras y periódicos parecían indicar que era algo inminente, mientras las redes sociales hablaban de una tercera guerra mundial con hashtags y memes. Como ha sucedido en muchas ocasiones anteriores, la retórica empleada en los reportes era de histeria y belicismo a favor o en contra de cualquier partido.

A esto se sumaron los tuits del presidente Trump quien a través de su cuenta de twitter, y de manera incendiaria, amenazaba con bombardear a quien fuera que se opusiera a Estados Unidos, mencionando inclusive la posibilidad bombardear patrimonio cultural. Todas estas publicaciones fueron circuladas masivamente en noticieros y redes sociales sin cuestionamiento o verificación alguna al justo momento de su lanzamiento. En cosa de horas, esta información era replicada, comentada y reproducida a modo en tweets y hashtags a miles de personas.

La dinámica es bien conocida y utilizada por Trump, quien sabe que lo que sea que él escriba en la red social será inmediatamente reproducido en cadenas de noticias y repetido las suficientes veces como para actuar como slogan: en frases cortas, fáciles de memorizar. Lo que suceda después de lo escrito en twitter, si es una barbaridad, una incoherencia, o un potencial crimen (como lo es bombardear patrimonio cultural) ya no importa porque se ha repetido lo suficiente y grabado en su público objetivo, que es su público leal.

Los siete días de crisis fueron cargados en su mayoría por una oleada de informes falsos y suposiciones de opinadores en vez de permitir que los eventos se desarrollaran, la información pudiera confirmarse y poder hacer un análisis sobre hechos y datos fehacientes. Las redes sociales se llenaban de notas de agencias, con titulares fatalistas y comentadas a modo por medios locales, en sitios de periodismo “semiprofesional” o cuenta-clicks, con rumores añadidos. Minuto a minuto se sumaban comentarios sobre una guerra inexistente, tecleos y hashtags se expandieron, a lo cual siguieron los memes que alcanzan a todo asunto serio: una puerta giratoria de superficialidad.

Entre las falsedades publicadas en Fabecbook y Twitter circulaban publicaciones  tuits que sostenían que habían muerto soldados estadounidenses en el ataque, algunos utilizando imágenes de eventos no relacionados, incluso sugiriendo que esto ponía a estados Unidos no tendría otra opción más que atacar a Irán. Opinadores argumentaban en entrevistas de noticieros americanos que si no se contra-atacaba, Estados Unidos se vería débil. Se publicaron rumores sobre el posible reclutamiento de soldados, así como fotomontajes de líderes estadounidenses anteriores que se contuvieron antes de decidir matar a Suleimani. Todo lo anterior propagando un fervor  nacionalista y racista a una velocidad bestial.

En los hechos, no los tweets, resultó que en represalia por el asesinato de Suleomani Irán atacó dos bases iraquíes donde se albergaban soldados estadounidenses. El ataque no causó daños mayores más que materiales y ninguna muerte. Y mientras en el mundo virtual se prendía fuego a las naves, en los canales diplomáticos de traspuerta, fue a través de la embajada Suiza en esta ocasión -y lo ha sido por años- que se negociaba diligentemente para asegurar que el conflicto no escalara más allá de lo ya hecho, como lo reportó el NYT en su crónica de los eventos (11-01-2020). 

Twitter: @Clitemnistra


Periodista. Escribe sobre asuntos internacionales, crisis, conflicto y periodismo. Previamente corresponsal en Jerusalem.