Es cierto, hace nueve años que el precio de un pasaje en el transporte público de Puebla no disfruta de un incremento.

El incremento de los costos, la inflación acumulada, gasolina y diesel en aumento, salarios, y lo que se quiera sumar revelan que el transporte público no vive una de sus mejores etapas.

Pero, ¿merecen el aumento en el pasaje?

No.

Si se han mantenido es que sigue siendo un negocio con el cual permisionarios garantizan una buena entrada de dinero. Caso contrario ya hubieran abandonado el giro.

Del otro lado, el del usuario, el transporte público es una calamidad. 

Se padece. se sufre. 

No hay de otra.

Unidades viejas, sin mantenimiento, conductores púberes e inexpertos, exigencia de una cuota que despierta la competencia entre choferes y que pone en riesgo al usuario, circulación en doble y triple fila, entorpecimiento del tránsito, accidentes viales por incapacidad e irresponsabilidad.

En fin, un reglamento de funcionamiento y exigencias formales de la autoridad correspondiente, que son parte de usos y costumbres que la sociedad debe de aguantar y sufrir.

No basta con un incremento en el precio del transporte público.

Se requiere de una reingeniería que vaya acorde con la 4a. Transformación.

Las mafias, de autoridades y permisionarios, deben cumplir con nuevas reglas.

La autoridad correspondiente, la del gobierno de Miguel Barbosa, deben cambiar reglamentos, exigencias, usos y costumbres y desbaratar a los grupos que viven del negocio del transporte.

Lo más importante es el Pueblo Sabio.

¿O no?

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