24 de Agosto 2020
159 días de aislamiento (ahora parcial)

Querida Marcia,

He estado pensando mucho en tí últimamente. Hace cuatro años que te ví por última vez en ese viaje, de Jerusalem a Tel Aviv, que creo que fueron los peores cincuenta kilómetros que he recorrido en mi vida. Que tú hayas ido conmigo ese día en que me despedí fue mi salvación, sin tí hubiera perdido mi vuelo pero también quizás me hubiera desmoronado toda en el camino. Ahora veo que creí que me despedía, pero uno jamás se va realmente de Medio Oriente; una parte fundamental de uno mismo se queda para siempre en esas piedras color arena, en la gente diversa y antagónica, las dunas de tierra arenosa entre pueblo y pueblo, en el shabat y su silencio, en los cantos desde las mezquitas y los pasillos largos y frescos de la Ciudad Vieja en el verano. Nada nunca vuelve a ser igual.

Así que ahora, mientras te escribo, cierro los ojos un momento e imagino esas puestas de sol de maravilla desde tu ventana en Ramallah. Me has dicho que hay un rebrote de la pandemia que obliga nuevamente a guardarte en casa, aún así espero que estés disfrutando mucho de todo lo que trae el hermoso verano. En México hemos pasado al semáforo naranja, que supone una desaceleración de los contagios por la pandemia, y por ende la apertura de más establecimientos públicos, así como la vuelta a labores de algunos no-esenciales, aunque no todos y definitivamente no nuestra familia.

En teoría podemos nuevamente hacer cosas que no habíamos podido hacer en los últimos seis meses estando encerrados en casa, pero ahora la preparación para salir de casa es todo un acto de malabarismo logístico. Hace unos días, para llevar al bebé al refuerzo de sus vacunas, tuvimos que hacer una cita con el pediatra quien nos dió instrucciones que debíamos seguir al llegar al área de consultas del hospital. Teníamos que portar la mascarilla obligada, poner careta al bebé, llevar ropa holgada para poder cambiarnos antes de entrar nuevamente a casa y finalmente esperar en el auto hasta que el asistente nos llamara para subir. Al entrar al hospital había pasillos angostos delimitados para pasar sobre tapetes especiales a desinfectar calzado y después tomar la temperatura de cada persona. Parece un procedimiento suficientemente simple, pero los encargados pasan muchísimo tiempo arreando a la gente como ovejas para que se mueva por donde debe y que cumplan con las medidas sanitarias. En el elevador hay cinco pares de pies marcados en el piso para que las personas vayan en el elevador mirando hacia la pared evitando respirar encima una a la otra. Es un ambiente tenso donde todos están un poco temerosos de entrar en contacto con otros, sospechosos de los demás, mientras, en contraste directo, las medidas sanitarias se siguen con poca disciplina y muchísimos pretextos.

No es cosa menor. México es uno de los países que más muertes por covid19 ha registrado en el mundo, sobrepasando ya las sesenta mil muertes. A pesar de que se ha reportado una desaceleración en los contagios en las últimas semanas, y nunca llegamos a la saturación de hospitales como vivieron otros países en el punto más severo de la pandemia, es alarmante el desgaste que está sufriendo el país. La crisis sanitaria nos azota en la cara las décadas de negligencia, de deterioro de servicios de salud y políticas de total ventaja a corporaciones a las que se les permitió injerencia en la alimentación a un grado que raya en lo criminal. Ahora, con más pérdidas de las que podemos nombrar sin que tiemble la voz, podemos ver el precio real de la corrupción que ha sido la otra gran epidemia que nos ha minado por generaciones.

Pienso en la explosión en Beirut a principios de mes, donde la negligencia y corrupción de las élites libanesas ha sido expuesta por el literal estallido de sus actos y complicidades.

Leí un artículo en Der Spiegel1 donde el corresponsal describe las secuelas de la explosión apenas unos días después de la tragedia. Narra cómo la gente, kilómetros a la redonda del puerto, barría los escombros para hacer camino en la calle para dar paso a maquinaría. Limpiaban mientras en el fondo se escuchaban caer restos de vidrios rotos como en un murmullo constante. Cada tanto caía un ventanal entero, desde varios pisos arriba se desplomaba con un estruendo. La ciudad, describe el reportero, “se llena del incesante sonido de ventanas y cristales rotos” que “son los sonidos de una ciudad profundamente herida”. Es una imagen extraordinaria, que describe perfectamente el sentimiento detrás de eventos terribles como este donde la razón del desastre fue la mera desidia y corrupción aplastante de la que todos saben, que parece ineludible, imposible ya de detener ni cambiar porque parece más grande que el Estado mismo.

Así, aquí también es evidente la corrupción que ha permeado todos los ámbitos de la vida pública por generaciones. Verla expuesta cuando sucede una tragedia que requiere del funcionamiento correcto del Estado en beneficio de la gente deja al desnudo a la población que sufre de una desigualdad social bestial. Es humillante ese murmullo de lo sabido, de lo que siempre han sido los servicios de salud pública para quienes no tienen nada más que esperar lo menos peor. El murmullo de los vidrios reventados en nuestro colapso mexicano caen a lo lejos y nos recuerdan que la enfermedad que padecemos está no sólo en el coronavirus sino en el sistema que por años dió la espalda al pueblo mientras hacía contratos jugosos en pos del sagrado mercado, y ahora se indigna de que se le señale por haber sido rapaz e irresponsable.

Marcia, no sé a dónde camina el mundo. No sé cómo superaremos un dolor tan grande como el de perder a miles de personas, perder a nuestros vecinos, ver a nuestros familiares y amigos enfermar y luchar por mejorar. No sé cómo podemos pensar en pasar esta experiencia sin replantearnos las prioridades, la necesidad de apostar por lo social, lo comunitario, el bien de muchos y todos. Tendría que ser una obviedad.

Ha caído la noche y el álbum “Folklore” de Taylor Swift suena por enésima vez en el estudio. Me avergüenza admitir cuánto me gusta y que estos días parecen caminar lentamente al ritmo de sus canciones casi suspiradas, narradas como cartas e historias, quizás esta.

Te abrazo tanto. Extraño tanto tu amistad.

Siempre
Bilhá

1 Reuter Christoph, Schröder T., A Portrait of Beirut After the Explosion

Twitter: @Clitemnistra


Periodista. Escribe sobre asuntos internacionales, crisis, conflicto y periodismo. Previamente corresponsal en Jerusalem.