Al cumplirse los primeros 100 días del gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum, México enfrenta un debilitamiento democrático como resultado de las acciones que fueron impulsadas por el ex presidente AMLO y consumadas por la actual mandataria.

En estos 100 días de gobierno, se consumó e impuso una Reforma Judicial que ha ignorado y desacatado todos los procedimientos de inconformidad.

Se procedió a iniciar la organización de una elección de juzgadores que desde ahora se advierte como un fracaso anunciado.

Se procedió a la extinción de los organismos autónomos, resaltando el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales con lo que se abre una gran laguna de opacidad e impunidad para esquivar informar sobre irregularidades o excesos cometidos por entes gubernamentales.

La militarización del país se ha concretado, confirmando que ello no ha frenado excesos y violación a los derechos humanos cometidos por integrantes de la guardia nacional y la milicia.

La estrategia de seguridad en estos 100 días del segundo sexenio morenista ha mantenido la política de “abrazos y no balazos” implementada por el anterior mandatario. Con ella, el mensaje que se sigue enviando es impunidad y resguardo para organizaciones delictivas que mantienen presuntos nexos con algunos militantes y gobernantes morenistas.

La Constitución se ha modificado tiro por viaje como si se tratara de un documento al que hay que adaptar a la ideología de un partido político.

En más de tres meses de mandato, Claudia Sheinbaum se ha mostrado como la ejecutora de acciones del pasado, pero no como la estratega que dirige y determina las acciones en un país.

Los gobiernos morenistas cometen excesos. Han hecho del nepotismo un orgullo de la cuarta transformación.

Las modificaciones recientemente aprobadas en la prisión preventiva oficiosa se están usando como el garrote institucional para advertir a quienes no quieran alinearse a los nuevos tiempos de un gobierno que navega resguardando a figuras totalmente desprestigiadas como en los casos del gobernador de Sinaloa, Rubén Rocha Moya y del diputado Pedro Haces.

México no enfrenta buenos tiempos. El Gobierno en sus tres niveles, está plagado de familiares ahora arropados con la marca morenista. Han echado mano del nepotismo y de las nóminas de aviadores que cobran en diferentes dependencias del país.

Todo lo anterior se corona con el arribo que en ocho días hará Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos.

Las constantes amenazas de Trump han provocado desatinadas declaraciones de la Presidenta, así como la circulación en el Congreso de la Unión de un documento que más que estrategia refleja los puntales de ideologización que el ex mandatario López Obrador defendió en torno a los grupos criminales.

Frente a este panorama no hay mucho que pueda celebrar la propia Presidenta de México.

El país navega en una gran ola de incertidumbre donde el desempleo crece a la par que todo el dinero que desde el gobierno de la República se sigue repartiendo para programas sociales que no son tales, sino que son propiamente instrumentos para garantizar votos, respaldo, adoctrinamiento.

México sigue envejeciendo entre un gobierno que no gobierna en el presente sino con el bastón del pasado y una gran simulación donde se opacan y se diluyen los desatinos con muchísima retórica sin transformación y con una letal regresión.

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