Varios factores coincidieron para meter a la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla en una crisis que pudo ser de lamentables consecuencias.

Un sistema de educación universitario que no ha sido atendido por los gobiernos federales desde hace ya 50 años. Crecimiento desmedido de la matrícula, ausencia de recursos federales para atender la demanda social, corrupción y mal uso interno de los recursos financieros en varias universidades públicas estatales, ausencia de apoyos económicos y estructurales para fortalecer el sistema universitario nacional.

Localmente, en los estados, pocas universidades han saneado el control y ejercicio de los recursos, la BUAP es de las pocas. Lo ha logrado en los últimos 3 años. La corrupción ha sentado sus reales en varias instituciones estatales. La BUAP no ha sido la excepción.

En coincidencia con lo anterior, la práctica política interna no se ha modificado. Prebendas económicas, sometimiento de funcionarios, imposición de puestos de elección universitaria, creación de estructuras humanas para control e imposición de puestos sometidos al voto universitario.

En el caso de la crisis iniciada el 24 de febrero, por qué la remoción del director de la facultad de Medicina la hizo un funcionario de Rectoría. La renuncia de Luis Guillermo Vázquez de Lara la hizo un día después.

Y esa fue la chispa que incendió la pradera.

La consecuencia fueron las carencias en varias unidades académicas.

Y el mal manejo político que se ha realizado en varios años.

Ahora, a esperar en el mediano y largo plazo, las enseñanzas de esta crisis de una semana que, seguramente traerá consecuencias internas.

Es cuánto.