Domingo, junio 15, 2025

14 junio, 2025

Luis Enrique Sánchez Díaz

La sonrisa blindada

La sonrisa blindada

Control, vigilancia y censura emocional en Puebla

✍️ Dr. Luis Enrique Sánchez Díaz


Esto ya lo vimos.
Pero ahora viene más perfumado, con palabras dulces y promesas de armonía digital. El Congreso de Puebla, tan obediente como siempre, ha aprobado una joya legislativa que suena a cuidado y huele a miedo. La llaman ley de “ciberseguridad”. Yo la llamo lo que es: una reforma para blindar con afecto al poder y castigar con cárcel a quien lo critique con demasiada insistencia.

Porque eso es lo que han hecho: inventarse un delito llamado ciberasedio. Suena a algo grave, ¿no? A hackers rusos, a extorsionadores digitales, a pornovenganza. Pero no.
En la letra fina del artículo 480 del Código Penal poblano, lo que se sanciona es esto: ofender o incomodar emocionalmente a alguien desde lo digital, con “insistencia” suficiente.
Así. Sin más.

¿Y quién define si la crítica es legítima o si ya se volvió “asedio”? Pues el funcionario agraviado, por supuesto. El mismo que se siente “herido” porque lo llamaste por su nombre, porque lo citaste en un hilo viral, porque publicaste una serie editorial que le arruina la narrativa de espiritualidad republicana.

A ver, no nos hagamos.
Esto no es una ley para castigar delitos: es una ley para castigar palabras. Y no cualquier palabra: las que se dicen con claridad, con firmeza y con rabia.

¿Saben qué tiene de peligroso esta reforma? Que no castiga la mentira, sino el malestar emocional que supuestamente genera quien dice la verdad. Ya no importa si lo que publicas es verificable, documentado, público. Basta con que alguien con poder se declare emocionalmente dañado para que puedan abrirte una carpeta de investigación.

Es como si la política hubiera ido a terapia y regresara con un diagnóstico: “soy víctima de violencia digital”.
Pero no de bots ni amenazas.
No.
De textos bien escritos. De columnas firmadas. De verdades incómodas.

Cuando leí el dictamen, me reí.
Después me encabroné.

Porque yo, justo yo, estoy escribiendo esto que estás leyendo: una serie de siete entregas sobre el gobierno de Alejandro Armenta, esa república amorosa que en realidad es un aparato de control con sonrisa de funcionario buena onda.

¿Y ahora resulta que por escribir una serie crítica pueden decir que los estoy hostigando?
¿Que estoy insistiendo demasiado en mis argumentos?
¿Que estoy siendo cruel con sus emociones?

Lo escribo con todas sus letras: esto es censura con terapia de pareja.
Es el gobierno diciendo: “No me grites. Me lastimas”.
Cuando tú ni siquiera estás gritando. Solo estás escribiendo.

Ya hay antecedentes en otros países.
En Chile, por ejemplo, se legisla con precisión quirúrgica: los delitos informáticos castigan el acceso ilegal a datos, no las opiniones. En Honduras, en cambio, el “honor digital” se ha convertido en un escudo para silenciar tuiteros. Puebla, como era de esperarse, decidió seguir la ruta centroamericana del autoritarismo emocional.

Dicen que es por el bien de todos, pero no he visto ni una sola denuncia contra bots reales, ni contra granjas digitales. Los que van a caer, si esto prospera, son los mismos de siempre:
periodistas incómodos, académicos respondones, activistas sin partido y tuiteros sin miedo.

Y sí, la ley puede ser usada selectivamente.
A ti no te pasa nada si solo haces memes.
Pero si escribes con método, con evidencia, con firma…
entonces sí te van a decir que estás “obsesionado”, que “te la traes contra alguien”, que estás “incitando al odio”, que estás “violando su derecho a la paz”.

Lo siguiente será exigir que antes de criticar a un funcionario, lleves un peritaje psicológico para asegurarte de que no lo vas a dañar emocionalmente.

Yo, por mi parte, ya tomé mis precauciones.
Tengo todo archivado. Cada columna, cada borrador, cada referencia.
No porque tenga miedo. Sino porque me gusta estar preparado cuando alguien con poder se siente lastimado por mi capacidad de pensar.

Y si algún día me acusan, no será por calumniar.
Será por escribir siete veces la misma verdad.
Una verdad que, al parecer, hiere más que un insulto.

No me voy a callar.
Porque callarse ante esto sería como cederle el alma a un terapeuta del poder.
Un terapeuta que solo quiere una cosa: que dejes de hablar de lo que duele, y empieces a decir lo que conviene.

Y yo no estoy para eso.
Yo estoy para escribir.

Nos vemos en el siguiente capítulo:
El clientelismo emocional: becas, apoyos y otras formas de amor condicionado.
Porque el afecto gubernamental nunca descansa…
y nosotros tampoco.

🟦 Nota Editorial:

Esta es la tercera entrega que forma parte de una serie de 7 capítulos y parte de un ejercicio de libertad de expresión y pensamiento crítico, protegido por el artículo 6° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como por tratados internacionales en materia de derechos humanos.

Su propósito es analizar, desde una perspectiva política y filosófica, el ejercicio del poder en el estado de Puebla, particularmente durante el mandato de Alejandro Armenta.
Aquí no se injuria ni se difama: se expone, se interpreta y se cuestiona.

Todas las referencias se basan en declaraciones públicas, políticas oficiales, actos de gobierno, discursos difundidos por medios y redes sociales, así como hechos notoriamente conocidos.

El tono crítico, irónico y mordaz responde a una tradición periodística legítima de sátira política, que no persigue ni acosa, sino que incomoda —como debe hacerlo toda escritura libre.

Quien vea aquí un ataque personal, está viendo lo que quiere ver. Nosotros solo escribimos con el nombre por delante.

🧠 Serie editorial crítica, independiente, incómoda.
✍️ Dr. Luis Enrique Sánchez Díaz
📍 Publicada en Periodismo Hoy


Luis Enrique Sánchez Díaz es doctor, profesor e investigador de tiempo completo en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Pero, ante todo, es un lector inconforme y un observador feroz de las estructuras del poder. Con más de veinte años de experiencia académica y un colmillo afilado para detectar la hipocresía institucional, combina la erudición con la ironía en cada línea que escribe. No teme decir lo que otros apenas se atreven a pensar, y mucho menos cuando el poder pretende disfrazarse de virtud. Colabora en medios críticos como Periodismo Hoy, donde su pluma —filosa, documentada y libre— se ha vuelto una piedra en el zapato de los autoritarismos disfrazados de democracia.

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