Luis Enrique Sánchez Fernández

El gobernador Alejandro Armenta “invitó” a las mujeres a cuidarse para no ser víctimas de agresiones. La frase, en apariencia bienintencionada, encierra un problema de fondo: traslada la responsabilidad de la violencia a las mujeres y deja en la penumbra al verdadero culpable: el agresor.

Cuando se dice que ellas deben cuidarse, el mensaje implícito es que, si son atacadas, quizá “no se cuidaron lo suficiente”. Es la misma narrativa que por décadas ha justificado la impunidad: la falda corta, la hora inapropiada, la calle equivocada. Bajo ese lente, la mujer es siempre sospechosa de provocar y el hombre, apenas un actor secundario que “reaccionó”.

Un mandatario no puede permitirse ese discurso. No se trata de “invitaciones”, sino de responsabilidad de Estado: garantizar seguridad, prevenir agresiones, sancionar a los responsables. Cuando el poder político habla en clave patriarcal, refuerza la desigualdad y normaliza la violencia.

Las mujeres no necesitan que se les pida “cuidarse”. Necesitan un gobierno que las cuide de quienes las agreden, y un sistema de justicia que no les dé la espalda. De lo contrario, cada palabra oficial será un recordatorio de que el Estado prefiere regañar a las víctimas antes que confrontar a los victimarios.

Es cuanto.