Los tiempos aceleraron la descomposición política en México.

De pronto hemos regresado al pasado donde las amenazas, corrupción y negociaciones con el poder en turno terminaron por ventilar –una vez más- el espíritu mercantil de quienes hoy ostentan la cúpula del poder en el PRI.

El tricolor regresó a sus orígenes, Alejandro Moreno “Alito” se encargó de venderle su alma al diablo con tal de no ser desaforado y pisar la cárcel.

El PRI enfrenta las consecuencias de sus propios excesos al darle manga ancha a un personaje que se forjó al amparo de mucha corrupción.

El país luce un clima sombrío al hablar de una alianza política casi rota y en riesgo de desaparecer.

La pregunta para los priistas del país es ¿dónde quedó su dignidad?

En estos momentos al tricolor le hace mucha falta no sólo una dosis de dignidad partidista, sino de congruencia para quitar de la cúpula a un mercader de la política con espíritu entreguista.

Si bien Miguel Ángel Osorio Chong ha levantado la voz para ir en contra de Alejandro Moreno, a los señores del tricolor les faltan agallas para cortar cabezas.

Es deplorable para el país ver un escenario político donde la oposición se resquebraja sin visos de maniobra e inteligencia política.

Va por México ha quedado exhibida como una débil suma de marcas que hoy luce sin fuerza y muestra una mediocre reacción ante la traición de quien primero pensó en salvar el pellejo y luego en todas las consecuencias políticas.

Las horas pasan y los priistas en México no dan muestra de exigir la salida de un dirigente que ha puesto en riesgo la continuidad de una alianza opositora.

El ambiente político en México huele a azufre, dando muestra de la fragilidad que hoy se tiene frente al partido presidencial: Morena.

Las primeras aduanas rumbo al 2024 serán el Estado de México y Coahuila, dos plazas que podrían sumarse a los triunfos morenistas, en caso de recuperarse una alianza opositora.

Frente a todo este desaguisado de orden político, la palabra corrupción emerge en todos los sentidos y hacia todas direcciones. Corrupción de Alejandro Moreno y sus excesos como gobernador de Campeche, seguidos de sus trinquetes para la repartición de candidaturas al mejor postor.

Corrupción de lado gubernamental donde el gobierno por debajo del agua, fraguó una embestida contra “Alito” vía la gobernadora Layda Sansores para ponerlo contra las cuerdas y obligarlo a recular.

Corrupción de todos aquellos que desde las cúpulas gubernamentales han empezado a blindar la figura del priista para sacarlo bien librado y quebrar la alianza opositora.

La conclusión es que, para infortunio nuestro, la corrupción sigue siendo la madre de todas las batallas, donde de un plumazo se puede borrar cualquier oposición para seguir favoreciendo una autocracia.

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