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«Ese año pasaron muchas cosas en este país. Entre otras, Andrés y yo nos casamos.»

Ese año, 1985, también pasaron muchas cosas. Ese año, el de los grandes peinados sostenidos con spray, los sacos con hombreras y los colores estridentes, pasó de todo; Madonna, cantaba al ritmo de Material girl y se convertía en la reina del pop; Meryl Streep y Robert Redford arrancaban suspiros desde África y un joven Michael J. Fox, encantaba al público con Back to the future.

Ese año, 1985, pasó de todo, el minimalismo estaba destinado a un futuro muy lejano, porque en esa época nada ocurría a medias; los límites parecían pocos. Ese año, México, conoció el cielo y el infierno, llegamos al espacio con el satélite Morelos I, pero la Tierra, con una terrible sacudida nos regresó de golpe a la realidad, solo para darnos cuenta de que no éramos tan modernos, aunque, eso sí, capaces de reconstruirnos, y también bastante animosos, porque, pese a todo, los preparativos para el mundial de futbol continuaron. Todo eso y más, entró de golpe, en un solo año.

Ese año, 1985, a la par de tantos acontecimientos, ocurrió algo muy interesante. Fueron muchas las conversaciones que compartieron el mismo tema; el asunto se comentaba en inagotables sobremesas y charlas de café. Los noticieros lo mencionaban y los periódicos hacían reseñas, pero todos hablaban de lo mismo; además se convirtió en el objeto del deseo, porque estaba agotado. Sus ventas habían sobrepasado cualquier expectativa y no se conseguía con facilidad, además la opinión era unánime, todos lo recomendaban, decían que era excelente; pero, ¿cuál era ese tema?, pues nada menos que un libro. Se trataba de la novela que acababa de publicar Ángeles Mastretta: Arráncame la vida.

Ese año, 1985, Arráncame la vida, se convirtió en un fenómeno literario; los ejemplares se vendían a una velocidad asombrosa, desde las grandes librerías, hasta tiendas departamentales. Han pasado poco más de treinta y cinco años desde entonces, la obra ha sido traducida a más de quince idiomas; su adaptación cinematográfica, protagonizada por Daniel Giménez Cacho y Ana Claudia Talancón, fue un éxito, y el encanto continúa. Hace unos meses, en el marco de la celebración por el aniversario del libro, se presentó una nueva edición que recuerda al original, pero en una versión más elegante. Definitivamente, le han sentado bien los años.

Arráncame la vida, es un libro delicioso; es la historia de Catalina, de Andrés, de Carlos, de la ambición, del amor, de la pasión, de Puebla, de México y de todos; pero, lo que hace que la novela sea extraordinaria, es el modo en que la fina narrativa de Ángeles Mastretta, de una manera casi imperceptible, convierte a los lectores en parte del relato. Desde las primeras líneas, dejamos de ser simples testigos de una historia ajena, para convertirnos en amigos y hasta cómplices de los personajes; pero de pronto, ocurre la magia; ya no somos nosotros, nos hacemos parte del libro, lo protagonizamos y compartimos pensamientos, sentimientos y, por supuesto, pasiones. Porque, acaso, ¿alguien puede resistir el deseo de acostarse en un campo sembrado de cempasúchil, hasta quedar pintado de naranja por tanto rodar y amar?

«Buscamos un lugar entre los sembradíos. Nos acostamos sobre las flores anaranjadas, rodamos sobre ellas desvistiéndonos. A veces yo veía el cielo y a veces las flores. Hacía más ruido que nunca, quería ser una cabra. Era una cabra. Era yo sin recordar a mi papá, sin mis hijos ni mi casa, ni mi marido, ni mis ganas del mar.»

Resulta fácil vivir Arráncame la vida, y digo vivir, porque esta novela no se lee, se siente, y más aún, se queda en el cuerpo y en el alma; ya que, a fin de cuentas, todos somos Catalina; pero a ratos tenemos algo de Andrés y, en ocasiones, nos gana el Carlos Vives que llevamos dentro y subimos al escenario de Bellas Artes, para dirigir la orquesta.

Y todo empezó ese año…

En estas noches de frío, de duro cierzo invernal,
llegan hasta el cuarto mío, las quejas, del arrabal.

Arráncame la vida, con el último beso de amor,
arráncala, toma mi corazón.

Arráncame la vida, y si acaso te hiere el dolor,
ha de ser de no verme, porque al fin tus ojos, me los llevo yo.

La canción que pedías, te la vengo a cantar,
la llevaba en el alma, la llevaba escondida
y te la voy a dar.

Arráncame la vida, con el último beso de amor,
arráncala, toma mi corazón, arráncame la vida,
y si acaso te hiere el dolor, ha de ser de no verme,
porque al fin tus ojos, me los llevo yo.

Agustín Lara, Arráncame la vida

Adriana Hernández Morales

Título: Arráncame la vida

Autora: Ángeles Mastretta

Editorial: Seix Barral

(También disponible en formato electrónico)

 

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Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.