Una parte de la batalla electoral inició en Puebla y en todo el país, donde las escenas se repiten con rostros y poses insulsas, como robotizados y de fenomenal hastío, donde no se sabe si se sonríe con o sin cubre bocas, si se abrazan o se tocan las manos, si se hacen concentraciones con la excusa de una inexistente sana distancia.

Los comicios intermedios de 2021 reflejan la irresponsabilidad de los partidos y sus contendientes, quienes actúan como si la pandemia dependiera de la fragilidad de una mascarilla que para colmo, se usa sólo en fotos posadas donde todos se abrazan y se estrechan las manos.

Está claro que los políticos no pueden hacer una campaña diferente a los tiempos de antaño. No hay novedad, ni sorpresa.

Y de personajes mejor ya ni hablamos.

En todos los casos nos encontramos a los mismos gatos de revolcón sólo que con diferentes nombres y marcas, pero sin nada nuevo que ofrecer en tiempos donde el ciudadano ya no quiere verlos ni en pintura.

Ahí vemos a los priistas con sus típicas comilonas y caminatas que ya resultan de la era godzilesca.

Los panistas y su falso entusiasmo que poco convence a la hora de ver que quienes posan en las fotos, son los que ayer golpearon y saquearon a Puebla.

En Morena sólo falta instalarles el pancracio y dejar que solitos se rompan toda su agridulce mandarina que tiene hartos a los que una vez creyeron en la llamada cuarta. Pues como dice el buen Porfirio Muñoz Ledo, en el partido del presidente se encargaron de transformar la frase: “Hasta que la dignidad se haga costumbre” en “Hasta que la indignidad los alcanzó”.

Y el resto de los competidores, como buenos partidos satélites se aprestan para ser las funcionales comparsas del mejor postor a quien le garanticen dividir el voto para salvar su registro, que les permita seguir viviendo del presupuesto.

Ante un panorama de cruda irresponsabilidad donde los partidos poco han entendido sobre los efectos que esta pandemia ha dejado en los ciudadanos, poco se puede decir a favor de quienes hoy contienden y van tras los votos, cuando la gente está en busca de empleo y salud.

Las guerras intestinas en los partidos políticos son muestra de la lucha de poder y no del interés que una marca electoral tendría que tener para ofertar acciones de gobierno que contengan las necesidades emergentes de una sociedad ávida de desterrar no sólo a personajes de la política, sino también a derrumbar los viejos y sempiternos cacicazgos de poder.

El 4 de mayo inicia el segundo coletazo en un proceso electoral que se antoja incoloro y sin sabor, con muy pocas y vacías expectativas de convencer a un electorado rebelde y a prueba de politiquería que nos hace pensar que los tiempos pasados, nunca se fueron.

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