De libros y más

Una tarde de 1888, Theo Van Gogh, recibió una desesperada carta de su hermano, que decía:

«…Mi dinero se había agotado el jueves, así pues, llegar hasta el mediodía del lunes resultó terriblemente largo. Durante esos cuatro días he subsistido principalmente de café, aún por pagar. No es culpa tuya, en todo caso, mía porque estaba rabiando por mis cuadros enmarcados y he forzado demasiado mi presupuesto […] Hoy mismo volveré a arruinarme, pues debo comprar la tela y prepararla yo mismo, ya que la de Tasset aún no ha llegado. ¿Podrías preguntarle, lo más pronto posible, si la ha enviado?

Y todo el dinero se ha gastado, sea en la casa, sea en los cuadros. Pero no tengo, desde hace por lo menos tres semanas, de donde sacar tres francos. Vincent».

Unos años después, en 1990, el empresario japonés, Ryoei Saito, pagó 82,5 millones de dólares por el Retrato del doctor Gachet, obra firmada por el artista que escribió la carta; convirtiéndola en la que -en ese momento- fue la pintura más cara del mundo. Por cierto, actualmente, se desconoce el paradero de la obra y algunos señalan que fue destruida cuando murió el propietario.

 

El pasado 30 de marzo, se celebraron 168 años del nacimiento de Vincent van Gogh. Considerado uno de los grandes maestros del neoimpresionismo; poseedor de un extraordinario talento y atormentado por múltiples dolencias físicas y emocionales, su vida y obra resultan fascinantes.

 

Van Gogh, nació en un pequeño poblado ubicado en Holanda- actualmente, Países Bajos-, llamado Zundert; de joven se inclinó por la vida clerical, por lo que, a diferencia de la mayoría de los pintores, su incursión en el mundo del arte fue tardía. Después de vivir unos años en Londres, Vincent se empleó en una galería de arte y, a partir de esa época, inició una correspondencia ininterrumpida con su querido hermano Theo. Esas cartas, constituyen un documento de gran valor artístico e histórico, pero además son la mejor biografía del gran pintor, ya que, es él quién narra sus inquietudes, motivaciones y pensamientos.

 

Theo van Gogh y su esposa Jo, se dieron a la tarea de reunir las cartas, ordenarlas y publicarlas después de la muerte de Vincent; gracias a su esfuerzo, esa correspondencia se ha convertido en un extraordinario libro que, además de ser sumamente conmovedor, nos ayuda a comprender la sensibilidad que impulsa la obra del genio neerlandés.

 

Cartas a Theo, es un pasaporte al mundo del arte. De la mano del propio Vincent Van Gogh, nos trasladamos a los lejanos días en Londres hasta llegar a París, Ámsterdam, Bruselas, Nuenen, Arles y, por supuesto, al trágico final en Auvers-sur-Oise; pero no viajamos como simples testigos, sus narraciones nos llevan hasta el centro mismo de las pinturas y logra hacernos comprender las razones que tuvo para realizarlas.

 

Durante su estancia en Nuenen, Van Gogh, pinta la que es considerada la primera de sus grandes obras: Los comedores de patatas, resaltando el uso de tonos ocres y marrones -los del color de la tierra-, pero más allá del enorme valor artístico de la pintura, Vincent, escribió lo siguiente:

«Con su falda y su camisa azules, zurcidas y polvorientas, que, bajo la acción del tiempo, el sol y el viento, han tomado los más delicados matices, una muchacha campesina es, a mi parecer, más hermosa que una dama que se vista como una señora…

Un campesino es más hermoso entre los campos con su traje de fustán, que yendo a la iglesia el domingo, acicalado como un señor.

Del mismo modo sería un error, en mi opinión, dar a una pintura campesina una pulcritud convencional. Si una pintura campesina huele a grasa, a humo, a patatas hervidas, perfecto.

De tales cuadros se aprende algo útil. Un cuadro de campesinos no debe estar nunca perfumado».

Con Los comedores de patatas, Van Gogh, rompió la tradición pictórica, incluso su amigo, el pintor Anthon van Rappard, le dijo “Estarás de acuerdo conmigo en que un trabajo semejante no puede tomarse en serio. Por fortuna eres capaz de mucho más”. Ese comentario significó el fin de la amistad entre ellos. Actualmente, esta pintura -cuyo valor es incalculable- se encuentra expuesta en el Museo Van Gogh, en Ámsterdam.

 

Es indudable, que el impulso de Theo fue determinante para que Vincent llegara a ser un gran artista; su hermano no solo fue su apoyo financiero, sino su único sostén emocional. Las cartas dan testimonio del gran amor que se profesaban los hermanos, y que, a pesar de las complicadas circunstancias que vivió el pintor, el vínculo entre ambos fue inquebrantable.

 

La última de las cartas, no alcanzó a ser enviada, la encontraron en uno de los bolsillos del saco de Vincent mientras agonizaba; es un texto sumamente conmovedor, que no parece -en modo alguno- una despedida, sino un retrato profundo de los sentimientos del gran pintor. Así que, los motivos que lo impulsaron para tomar la decisión que puso fin a su vida, nunca han quedado del todo claros. En el libro, también se incluye la llamada carta perdida, escrita por Theo y que permaneció archivada durante varios años en el museo Van Gogh, y que da una idea de la situación que ambos hermanos atravesaban en esos momentos.

 

Lo único que es posible asegurar, es que después de leer Cartas a Theo, las obras de Vincent van Gogh le parecerán más hermosas y sublimes que nunca.

«No hay que confiar jamás en no tener dificultades, preocupaciones y obstáculos de alguna naturaleza, pero tampoco hay que hacerse la vida demasiado fácil. Incluso en los ambientes cultivados y en las mejores sociedades y circunstancias más favorables, hay que conservar algo del carácter original de un Robinson Crusoe o de un hombre verdadero, y no dejar extinguir nunca el fuego del alma, sino avivarlo. Aquel que continúa guardando la pobreza para sí y la ama, posee un gran tesoro y oirá siempre con claridad la voz de su conciencia; el que escucha y acata esa voz interior, que es el mejor don de Dios, acabará por encontrar en ella un amigo, y no estará nunca solo.

Que ésa sea nuestra suerte, muchacho, que tu camino sea próspero y que Dios esté contigo en todo momento y te haga triunfar, es lo que desea con un cordial apretón de manos en tu partida, tu hermano que te quiere, Vincent».

Como regalo para los lectores de esta columna, los dejo con el concierto que el gran violinista, Joshua Bell, compartió con motivo del 168 aniversario del nacimiento del genio neerlandés. Grabado en el Museo Van Gogh; la magnífica Nino Gvetadze, al piano y Joshua Bell -con su Stradivarius-, interpretan el Nocturno en Mi bemol mayor, de Chopin.

Adriana Hernández Morales

Título: Cartas a Theo

Autor: Vincent van Gogh

Editorial: Paidós

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.