30 enero, 2022
Redacción PH
Por Ruby Soriano
La delgada línea entre el poder y la corrupción casi siempre saca a flote los excesos de aquellos que en los ejercicios de sus mandatos, son traicionados por sus propios discursos de pulcritud.
En todos los tiempos y momentos de la historia de nuestro país, la corrupción ha pululado en las esferas sociales, políticas y de toda índole.
Los excesos en cualquiera de sus formas, son altamente reprobables cuando se confrontan con los discursos tildados de demagógica pura como los que en tres años consecutivos, le hemos escuchado al Presidente Andrés Manuel López Obrador.
El destierro de la corrupción ha sido para el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, una de sus grandes banderas en la consolidación de lo que él ha llamado la cuarta transformación.
Sin embargo, ha sido esa misma bandera, su gran talón de Aquiles en el momento de contrastar la retórica política con la cruda realidad.
En torno a la figura del presidente, los hilos de sangre son los que pesan a la hora de explicar los excesos o las presuntas prácticas de lo que AMLO se ha cansado en llamar los viejos tiempos del neoliberalismo.
Los casos de Pío López Obrador y Felipa Obrador siguen en el limbo y gozan del silencio impune del mandato en turno.
Este mismo silencio hoy inunda palacio nacional luego de evidenciar la “azarosa” vida de lujos que vive el primogénito del presidente, José Ramón López Beltrán.
El reportaje de Mexicanos contra la Corrupción le da un severo revés no sólo al gobierno de México, sino a la propia figura de Andrés Manuel López Obrador quien halló en los temas de la Casa Blanca de Peña Nieto, muchos acopios discursivos para embestir a un viejo sistema que dijo estaba carcomido por la corrupción.
En México sabemos para nuestro infortunio que política, poder y corrupción tarde o temprano convergen en grandes escándalos sexenales.
Hoy la llamada austeridad republicana recibe un lapidazo de realidad al reflejar que las palabras del Presidente de México no tienen ningún viso de validez ni con su propia familia.
En el análisis de la realidad, el hijo del Presidente tiene todo el derecho de vivir con su pareja la vida que les plazca, esto es una gran verdad.
Sin embargo, algunos detalles reviran el principio de razón sobre todo cuando debe investigarse por qué habitaron la casa que es propiedad de una empresa contratista de Pemex (Baker Hughes) beneficiaria de contratos por 151 millones de dólares.
La vida de los parientes vinculados a las figuras presidenciales en México siempre nos ha dado la gran estocada de la indignación al enterarnos cómo viven, de qué viven y cómo simulan.
Y es que cuando alguien se atreva a citar la llamada austeridad republicana seguramente no será ninguno de los hijos del Presidente, quienes viven sin nadita de austeridad y a todo lujo.
Así el juego de las hipocresías en un México de cuarta y con cuarta transformación.
@rubysoriano
@alquimiapoder
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