Tengo que reconocer que durante esta pandemia lo que más he consumido es chocolate, y es que el chocolate es algo que me ha gustado desde que tengo uso de razón, su sabor fuerte y dulce derritiéndose en mi boca me genera un gran placer; cuando paso por una chocolatería el olor es atrayente, y escucho una voz en mi cabeza, – “compra sólo 50 gramos, 70% cacao es saludable”- y termino comprando 250 gramos, aunque al final a veces me siento culpable, pero realmente vale la pena.

Confieso que tengo muchos productos de chocolate como: shampo, jabón líquido, crema para el cuerpo, aceite para el cuerpo, ungüentos para los labios, para el vientre, mascarillas para el rostro y cuello, bueno hasta para los pies, usarlos me produce una sensación de felicidad, cuando camino y el viento sopla mi cabello se mueve y desprende ese olor excitante a chocolate que también genera en mí endorfinas.

El xocolátl, o chocolate, que es como lo llamaron los primeros descubridores españoles, era una bebida considerada de Dioses, ya conocida por los Mayas alrededor del siglo IV A.C. Los Aztecas, creían que las semillas del cacao eran Quetzalcóatl, la personificación del Dios de la sabiduría y tenía tanto valor que lo hacían servir como monedas de cambio (4 haba de cacao equivalía a una calabaza, 10 a un conejo y con 100 habas se podía comprar un esclavo).

Era un líquido amargo y espumoso, mezclado con infinidad de especias, vino o puré de maíz, y se tomaba frío.

Se le otorgaban poderes afrodisíacos y de fuerza por sus componentes estimulantes. En 1502 Cristóbal Colón recibió, como ofrenda de bienvenida, armas, telas y sacos de unas habas oscuras que, en la sociedad azteca, servían a la vez de moneda y de producto de consumo. Aunque fue Hernán Cortés quien envió el primer cargamento de cacao a España en 1524.

Unos monjes (Posiblemente del Monasterio de Piedra, en Zaragoza) fueron los que a su llegada a España o bien en Oaxaca, le añadieron azúcar, miel y más tarde harina, para así adaptarse a los gustos de los consumidores de la época en España. Fue así como se hizo tan popular, primero entre las clases dominantes (Iglesia y nobles) y después entre el pueblo.

A pesar del secretismo, el chocolate llegó a otros países, a Francia uno de los primeros, gracias a la boda entre la María Teresa de Austria y Luis XIV el Rey Sol, ya que esta era muy aficionada a esta bebida.

En el siglo XVII, se fundó en Londres el primer comercio del chocolate, en el siglo XVIII en los Estados Unidos, la primera fábrica, y en el siglo XIX, en Suiza, la primera fábrica de chocolate con leche en pastillas.

Ya en el siglo XX, se valoró como alimento básico y era imprescindible en las raciones de los soldados en la guerra, se vendía principalmente en farmacias como medicamento. En 1828, el holandés Coenraad Johannes van Houten sacó una patente para una nueva prensa hidráulica, su intención inicial era probar la calidad del chocolate, pero con la prensa consiguió un efecto secundario: el chocolate sólido, con una consistencia muy parecida a la actual. Fueron las primeras tabletas de chocolate, hasta entonces siempre había sido una bebida.

Eso me recuerda que cuando voy a Cholula y visito la pirámide o las múltiples iglesias, bajo acalorada y cansada así que compro una bebida tradicional, se trata del Xocolátl, conocida como el elixir de los Dioses, es preparado con maíz amarillo, agua, azúcar, canela y por supuesto la base principal es cacao, lo agitan con un molino de madera que es girado de manera rápida para generar bastante espuma, agregan hielo y a disfrutar, te hace sentir que estás besando las nubes, su sabor es majestuoso y sorprendente además de refrescante, por cierto la sirven en una jícara de madera, extraída de un árbol llamado pancolote, siendo indispensable para conservar su sabor. A mi hijo también le encanta el chocolate, pero está demostrado y comprobado que le altera demasiado, se pone eufórico y tranquilizarlo es difícil, no le aguanto el paso por mucho que yo también lo consuma. Así que cuando quiere un chocolatito, para convencerme me dice: “dame uno mamá, no me pondré loco”.  Me despido con unos versos del poema de Tatán.

Oh chocolate
mi corazón late que late
esencia de ingrediente natural
prestigio en su placer,
y que invades todo mi ser.

Chocolate maldito,
malditamente bueno que hace un paraíso
de mi realidad.
que rico chocolate
te muerdo aquí, te muerdo allá
y el deseo insaciable se hace más y más.

En mis labios ya quedaron suspiros,
demasiados en el tiempo
para decir que son míos.
adicción a la locura es lo que siento
que haré contigo mi….. chocolate.

Me embriaga de ti
una magia que libera éxtasis y erotiza mi deseo
a lo más inquebrantable,
oh chocolate
néctar del laberinto inimaginable,
corteza de lo incesante y de lo oculto
de la fuerza inocua,
que recuerda tu mente como se hace jugo en tu boca.

“Chocolate, chocolate”
tú que condimentas mi interior
quien podría ser superior
si nuestra pasión sabe a chocolate
y mi corazón está ya en jaque mate.

“Chocolate, chocolate”

Reacción que desencadenas en mí, cuando te veo
lamerte ahora es mi deseo,
suave y erótico al probar,
llave maestra al desear
no estás en mi zodiaco
pero si sé que ahora eres mi, afrodisíaco.

Oh chocolate, chocolate
mi corazón está late que late

Como siempre espero sus comentarios a mi correo electrónico claudiamor_26@yahoo.com.mx