Artículo 480: el costo político de la censura digital que ahora decide la SCJN
Nota mental antes de empezar: cuesta sudor bajarle el tono a la vena académica cuando uno lleva veinticinco años desentrañando la política, pero bueno, allá voy, sin andamiajes excesivos.
El costo de morder la mano digital que te alimenta
No he olvidado la primera vez que escuché la palabra “ciberasedio”. Fue en un café a dos cuadras del Congreso poblano, alguien la pronunció con la solemnidad de quien descubre la penicilina. Casi tres meses después, el artículo 480 es ley y —para su desgracia— también es un símbolo. Lo aprobaron los diputados de Morena, presumiendo músculo progresista, pero el tiro les salió por la culata: la Suprema Corte, en cuanto se complete su nueva alineación, tendrá que revisar la norma. Ahí empieza el costo político, y no es poca cosa.
Costo local
El gobierno estatal creyó que el expediente se quedaría en casa; ahora está en la mesa de once ministros que no dependen del gobernador para su reelección. Si la Corte declara inconstitucional el 480, los legisladores quedarán como aprendices de brujo: quisieron amarrar la boca de la crítica y terminaron exhibidos como censores. Si la Corte lo confirma, el costo se traslada a la sociedad civil que ya prepara amparos, protestas y, no lo duden, nuevas campañas para 2027. Un búmeran de manual.
Costo nacional
Morena, partido hegemónico, presume modernidad, pero su bancada poblana escribe delitos que el PRI de los setenta firmaría encantado. El aparato federal puede guardar silencio, sí, pero el ruido ya subió a la prensa internacional: “partido de izquierda impulsa cárcel por tuits”. Y cuando un movimiento se vende como garante de libertades y termina defendiendo mordazas, la marca pierde brillo en las urnas. Pregúntenle al PRD qué pasa cuando el discurso y la práctica se pelean.
El caso Karla Estrella y el “dato protegido”
Karla Estrella (periodista de esas que no piden permiso) tuiteó capturas que mostraban contratos públicos sospechosos. La fiscalía local le espetó que divulgó dato protegido y la amenazó con el 480 recién horneado. Resultado: los contratos que nadie había visto circularon por todos los chats familiares, y su nombre apareció en portales de Madrid a Buenos Aires. Eso, amigas y amigos, se llama efecto Streisand. Cada intento de silenciar termina amplificando el mensaje; el poder parece no aprender la lección básica de internet: lo que tratas de esconder se viraliza con ganas.
¿Ocho votos?
Para tumbar el 480 se requieren ocho votos. No siete, ocho. Ese umbral convierte la sesión del Pleno en un espectáculo de cálculo político fino: ¿quién teme a la etiqueta “cómplice de la censura”? ¿quién apuesta a la disciplina partidista? Aquí la presión pública contará tanto como los alegatos técnicos. Y si algún ministro apuesta por el argumento de “ya lo corrigieron un poquito”, bastará recordar que la propia R3D señala que la tipificación es vaga, ambigua y punitiva. Maquillaje no es cirugía.
El péndulo de la memoria
En Puebla querían mandar un mensaje de control —no vuelvas a burlarte del gobernador, no exhibas corrupción, no satirices a la diputada—, pero cuando legislas contra un meme terminas protagonizando mil. El decreto está publicado, sí, pero la batalla ya no es local: es nacional y, si me apuran, continental. El 480 será tema en cátedras de derechos digitales en Santiago o Bogotá; la reputación de la Corte y del Congreso poblano viajará completa, sin filtro.
Yo mismo, que he revisado decenas de reformas penales en América Latina, no recuerdo otra que haya logrado este nivel de repudio tan rápido. Y repito, por si quedó duda: mientras más aprietan, más ruido hacen. Ese es el precio de intentar silenciar en la era de los pantallazos eternos.
“El poder no teme a la burla, teme a la memoria; la primera se ríe un rato, la segunda lo persigue toda la vida.”
Sobre el autor
Luis Enrique Sánchez Díaz —profesor, consultor y testarudo observador de la política mexicana desde que el fax era tecnología punta—. Convencido de que la censura siempre acaba haciendo el ridículo, escribe para que la clase política recuerde que la libertad de expresión es un búmeran: cuanto más lejos la lances, más fuerte regresa.
Autor
Luis Enrique Sánchez Díaz
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