El pasado 1 de Diciembre se cumplió un año de la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador, amado por muchos y odiado por otros tantos, así, sin matices o amor u odio. Ese mismo día la población festejó y repudió; lo hizo al mismo tiempo, a la misma hora. Dos grupos sociales con características y finalidades opuestas, pero con el común denominador de ser mexicanos, se manifestaban apoyando o descalificando al mismo personaje: el presidente.

A la masa del Zócalo la llamaré la alabanza, a la marcha del Ángel, el improperio. La alabanza, sin lugar a dudas superaba numéricamente al improperio, con la diferencia de que la alabanza contaba con toda la fuerza del Estado para hacerse presente y el improperio apenas con una convocatoria en redes sociales y dos o tres medios que le dieron voz a la invitación.

La alabanza contaba con unidad mental y el improperio con un principio de contagio. La alabanza tiene un líder carismático, el improperio un batiburrillo de personajes que saben lo que no quieren, pero sin la más mínima idea de como conseguirlo.

La alabanza festeja la mediocridad. El improperio reclama la carencia de frutos. La suma de esos factores es lo que hace interesante el nulo resultado tanto de la alabanza como del improperio.

No hay un sólo matiz que logre unir a ambas. Parecen causas perdidas.

El improperio está perdido, no tiene causa, porque seamos sinceros, si cuando la hoy alabanza era el improperio esas marchas no tiraban funcionarios ¿por qué tendría que ser diferente hoy?
López Obrador no va a renunciar. Eso debe de quedar perfectamente claro. Deseó el poder por muchos años y unos cuantos miles no lo van a derrumbar.

Es vergonzoso que el improperio no encuentre la narrativa cuando la tiene bajo su nariz. La inseguridad. Ese es flagelo y sobre todo el argumento más fuerte para que sean escuchados.
¡Caramba! Llevaron a las víctimas más representativas de ese problema y aún así el mensaje se diluyó dejando ganar a la alabanza.

El punto de contagio del improperio debió ser ese y no su aberración ante el personaje. El improperio pasó de ser ciudadano a convertirse en lo que más detestan, en una masa.

Es más vergonzoso aún que la oposición institucional, los partidos políticos, se hayan querido aprovechar de esta manifestación para hacerse presente, para que la gente viera que aún existen. Que vergüenza para el PRD y que vergüenza para el PAN. Esta es una manifestación ciudadana y así se tiene que quedar. Espero que ahora ellos organicen entonces demostraciones similares y muestren un poco de músculo, pero no lo harán, son sanguijuelas. Perdón, pero así quedaron.

Nunca he estado de acuerdo con el proyecto político de López Obrador, y es muy probable que nunca lo esté. Estoy de acuerdo con el improperio, y es por eso que quisiera se fijaran un objetivo, pero un objetivo que se pueda cumplir, no el de gritar por las calles “Evo, Maduro y Andrés, chingue a su madre los tres.” Eso, eso es de kínder.

La alabanza no tiene un sólo argumento para tumbar las afirmaciones del improperio y por eso minimizan la cantidad y la calidad de su marcha.

Al improperio le consejo que dejen de ser una marcha para convertirse en un movimiento, que se busque cohesión y un mensaje claro, que pase de la reacción a la acción, pero sobre todo que sean cuidadosos con su planeación.

Espero que la próxima manifestación supere aritméticamente a esta, que si bien tuvo un gran poder de convocatoria evidencio una fuerte carencia en la claridad de su mensaje y falta de liderazgo.

Twitter: @educapeasants