De libros y más

Imaginemos, por un momento que la guerra terminó y que el mundo se encuentra en reconstrucción, que los ánimos por festejar están a tope, que la vida es nueva y la libertad se impone. Imaginemos también, que estamos en los fabulosos años veinte del siglo pasado, en el lugar que se ha convertido en el centro del universo, en la magnífica e inigualable urbe de hierro, en la ciudad de Nueva York.

Son los años dorados, la ciudad se moderniza, atrás quedaron los carruajes tirados por caballos, ahora se ven veloces automóviles recorrer las calles; el jazz suena en los lujosos gramófonos y encanta a propios y extraños, los más increíbles rascacielos se construyen para dar forma a la silueta de la hermosa ciudad. El asfixiante corset ha quedado olvidado en los armarios y las faldas se estilizan y adornan con pedrería; adiós a los apretados y complicados peinados, bienvenidas las maravillosas flappers, con sus cabellos cortos, larguísimos collares de perlas y tocados de plumas, que, con largas boquillas fuman sus delgados cigarrillos y bailan con las piernas enfundadas en medias de red, a ritmo de fox-trot.

Es la época de los grandes cabarets, de las orquestas, del glamour, del optimismo. Son los años de los excesos y también de la ley seca; se prohíbe la fabricación, transporte, compra y venta de alcohol, pero después de las restricciones pasadas en la guerra, ninguna ley puede a detener a una sociedad ávida de celebraciones, y la bebida forma parte de ellas, así que la fiesta continúa.

Durante el verano de 1922, en una mansión en Long Island todas las noches se escuchaba la música; la palabra fiesta cobraba un nuevo significado, nada se comparaba con el lujo y el derroche de las celebraciones que organizaba Gatsby.

«Por lo menos, una vez cada quince días un ejército de proveedores acudía con centenares de metros de lona y suficientes luces de colores para convertir el enorme jardín de Gatsby en un gigantesco árbol de Navidad. Los jamones curados se amontonaban junto a ensaladas de arlequinados dibujos, tocinitos de pastelería y pavos de un atractivo color dorado, que se sucedían en las mesas de buffet adornadas con relucientes entremeses. En el vestíbulo principal, se montaba un bar con un auténtico mostrador de latón, dónde se alineaban los más variados licores, olvidados durante tanto tiempo, que la mayoría de los huéspedes femeninos eran demasiado jóvenes para conocerlos».

Pero, ¿quién es Gatsby?, es un misterio, casi una leyenda. Todos acuden a su mansión y casi nadie ha sido invitado por él, excepto Nick Carraway, quién recientemente ha llegado a estudiar el atractivo negocio de los bonos en Nueva York y sorpresivamente recibió una invitación para la fiesta.

 

El gran Gatsby, es la magnífica obra escrita por Francis Scott Fitzgerald, que se convirtió en el emblema de la novela americana. Existe un antes y un después al leer este libro, porque nadie puede quedar indiferente. El personaje creado por Fitzgerald tiene tanta fuerza que trasciende a la propia obra y se convierte en un ser real. Jay Gatsby, es el hombre más atractivo que existe, su carismática personalidad lo hace inolvidable; es soñador, romántico, obsesivo y a la vez, autodestructivo. Su origen es incierto y su fortuna parece inagotable; los excesos lo rodean, nada parece importarle demasiado y lo único que parece tener sentido en su vida, es el deseo por recuperar el amor de la bellísima -y casada- Daisy Buchanan, quién -por supuesto- está atrapada en un matrimonio infeliz, pero socialmente aceptable.

«Si por personalidad se entiende una serie ininterrumpida de actos afortunados, en tal caso puede decirse que había algo brillante en torno a él, una exquisita sensibilidad para captar las promesas de la vida, como si estuviera vinculado a una de esas complicadas máquinas que registran los terremotos a mil millas de distancia».

Nick, quién, por cierto, es primo de Daisy, es el narrador de la historia, y de ser un testigo de la situación, se involucra en el mundo de Gatsby, hasta dejar de lado sus propios intereses, porque una vez que se conoce a Jay Gatsby todo cambia, es imposible quedarse a un lado, así que, está usted advertido. Han pasado muchos años desde que El gran Gatsby fue publicado por primera vez, pero su magia supera épocas y generaciones, no hay modo de escapar, absolutamente todos caen bajo sus encantos y, créame, no se va a arrepentir.

«La silueta de un gato en movimiento se recortó contra los rayos de la luna, y al volver mi cabeza para mirarlo, me di cuenta de que no me encontraba solo: a unas cincuenta yardas, la figura de un hombre con las manos en los bolsillos, observando de pie la pimienta dorada de las estrellas, había emergido de las sombras de la mansión de mi vecino. Algo en sus pausados movimientos y en la posición segura de sus pies sobre el césped me indicó que era Gatsby en persona, que había salido para decidir cuál parte de nuestro firmamento local le pertenecía».

Es imposible dejar de mencionar las versiones cinematográficas del El gran Gatsby; la primera, protagonizada en 1974, por Robert Redford y dirigida por Jack Clayton; y la más reciente, de 2013, con Leonardo DiCaprio, bajo la dirección de Baz Luhrmann. Ambas películas resultan recomendables, aunque la versión de Clayton, se ha convertido en un clásico de la cinematografía.

Así que, no lo dude, a ritmo de jazz, déjese llevar por la magia de los maravillosos años veinte del siglo XX y entre al mundo de Gatsby; después de eso, nada volverá a ser igual.

«Esbozó una sonrisa comprensiva; mucho más que solo comprensiva. Era una de aquellas sonrisas excepcionales, que tenía la cualidad de dejarte tranquilo. Sonrisas como esa se las topa uno, solo cuatro o cinco veces en toda la vida, y comprenden, o parecen hacerlo, todo el mundo exterior en un instante, para después concentrarse en ti, con un prejuicio irresistible a tu favor. Te mostraba que te entendía hasta el punto en que deseas ser comprendido, creía en ti como a ti te gustaría creer en ti mismo y te aseguraba que se llevaba de ti la impresión precisa que tú, en tu mejor momento, querrías comunicar».

Adriana Hernández Morales

Título: El gran Gatsby

Autor: Francis Scott Fitzgerald

Editorial: Alfaguara /Ediciones Gandhi/Alianza editorial/Scribner (versión en inglés)

(También disponible en formato electrónico)

 

Nota: A partir de este año -2021- concluyeron los derechos de autor que los titulares ejercían sobre la novela El gran Gatsby, por lo que será posible encontrar un gran número de versiones libres, incluyendo precuelas o secuelas. En 2018, los herederos de F. Scott Fitzgerald y la editorial Scribner publicaron una nueva edición con la finalidad de establecerla como la versión definitiva de la obra.

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.