Como dice el famoso cuplé “fumar es un placer” añado otro, viajar también lo es. Me encanta conocer nuevos lugares, paisajes, olores, sabores, formas distintas de vivir, además es una oportunidad para romper la rutina, suprimir el estrés y de renovar el espíritu. No importa el lugar, puede ser desde una playa, hasta la montaña más alta, el desierto caliente y seco, o el altiplano fresco y transparente o en algún pueblo mágico de nuestro país, pues cada lugar tiene su colorido especial.

En realidad, los viajes comienzan cuando empiezas a imaginarlos, a soñar con ellos, a ilusionarte con la idea. Porque casi todos los viajes requieren una preparación: desde conseguir información del sitio o los sitios que vas a visitar, situarlos en el google, ver el clima, informarte de las costumbres locales, de sus lugares de mayor interés, de su gastronomía, de sus monumentos, de su música.

Hay gente a la que esos pasos previos le aburren. A mí no, me van anticipando el viaje y me van colocando la cabeza en el lugar escogido como punto de destino. Incluso cuando el medio de transporte utilizado ha sido el avión y me ha tocado aguantar las tan odiadas esperas en el aeropuerto, lo he considerado como parte de la parafernalia: te da tiempo a leer o releer la información que has conseguido. Aunque se me dan fatal los idiomas, alguna de esas esperas hasta me ha permitido aprender alguna palabra fácil de la lengua del país de destino.

Llegada al país elegido, finalmente hago más o menos lo que todo el mundo: ir de aquí para allá sin parar; cargar con maletas; sentarme a observar a las personas, su aspecto, sus gestos, sus miradas; tomar fotografías de lo que llama mi atención (que suele ser mucho) y tratar de verlo todo que siempre es, por supuesto, insuficiente. Por lo regular procuro utilizar mi mente como una videograbadora, trato de retener todo lo que vivo para que cuando regrese, pueda recordar con detalle esos momentos, pues deseo que no desaparezcan de mi memoria, y claro, contar sin parar el viaje, compartir lo mucho que he sentido y conocido. Porque contar los viajes, no es presunción,  es una forma de continuar con ellos pues no quieres que ese placer tan codiciado llegue a su fin. Afortunadamente pronto vuelve la emoción, pues pasan unas semanas y empiezas a pensar en el siguiente viaje y en los planes para realizarlo                                              

Desafortunadamente ya se cumple un año que lo más lejos que he salido es el supermercado, o a dar vueltas en el auto, por supuesto sin bajar; es terrible, pues también va mermando el ánimo de adultos y en especial el de los niños, algunas veces vamos al parque y es triste salir con advertencias de no te puedes quitar el cubrebocas, no te acerques a nadie y menos los toques, con los pequeños es muy difícil cumplirlo, pues mi hijo parece va de cacería de niños, los busca para poder socializar, jugar y muchas veces tengo que cortar el juego y retirarnos del lugar cuando no veo las condiciones para que continúe, hay papas que permiten que sus hijos no usen cubrebocas y otras cosas más, me siento impotente, pues veo su frustración y enojo, y muchos me ven como la mamá rara, pero prefiero exagerar; 360 días cuidándonos para que por un descuido pueda terminar en enfermedad o más.

Para mí también ya es cansado, agobiante; por el contrario, veo personas que ya viven como si todo fuera normal. La semana pasada fui a una tienda departamental, con careta, cubrebocas y mi spray de alcohol, me sorprendió ver que compraban vestidos de noche para bodas… trajes de baño para ir a la playa…no sabía que pensar, ¿son inconscientes? ¿o estoy paranoica?, es un lujo que no me puedo dar, no me perdonaría que, a mi hijo, madre o a mí, nos pasara algo, ya habrá tiempo, eso espero, para viajar, ansío estar acostada en la arena, sumergiendo los pies en la inmensidad del mar con tranquilidad.

Por favor, cuídense esta semana santa, no bajemos la guardia, ya falta poco. Termino con el mismo cuplé con el que inicié: “Fumando espero el viaje que más quiero”. Como siempre espero sus comentarios a mi correo electrónico claudiamor_26@yahoo.com.mx

Nota: Cuando acaricio a mi hijo me dice: “Mami no me toques tus manos raspan”, ya se imaginarán porqué.