14 de Marzo 2021
360 días de aislamiento (parcial)
Fase 3. Semáforo rojo

Querida Pilar,

Después de meses de invierno, los días comienzan a calentar los asomos de primavera que van asoleando tímidamente las tardes, los ventarrones ocasionales arrastran las últimas hojas secas de los árboles, aventando a todos lados la ceniza caprichosa del volcán. Las estaciones nos pasan y especialmente esta esperamos, como súplica, que se vaya y nos devuelva un poco de vida. 

¿Cómo estás, Pilar? Espero que mi carta te encuentre bien, tomando precauciones mientras esperamos nuestro turno para vacunarnos, que no hay que bajar la guardia. Supongo que estás esperando, en estos días, el llamado de tu municipio para comenzar la inoculación a adultos mayores. Al saberse que habían llegado  vacunas a mi municipio, mucha gente ha acudido en masa, desde otros estados e incluso desde la noche anterior, haciendo filas para asegurarse una ficha. Conocidos y familiares relataron que hay quienes se ponen a llorar durante el proceso en una mezcla de emoción, alivio y desahogo de lo mucho que han pasado en este último año a causa de la pandemia. No es para menos. Tan sólo nosotros estamos emocionados de saber que los mayores de sesenta en nuestra familia lograron obtener cita para vacunarse en esta semana.  

Debo disculparme por mi ausencia, siento que he sido una amiga bastante mala en este largo año. Han pasado muchísimos días en que no pude sentarme a escribir o llamar e incluso he olvidado responder mensajes. Hemos pasado unas semanas muy malas, muy dolorosas, y tengo la sensación de poder sólo manejar mi entorno más inmediato, la casa, mi pequeña familia, nuestra rutina, el trabajo limitado y más nada. De cualquier manera, te he querido escribir desde hace tiempo y me apena no haberlo hecho hasta ahora.

El año pasado en estas fechas veíamos por las noticias que en China la epidemia estaba atacando a su población, matándolos antes de que se supiera realmente qué tenían ni cómo tratarlos. ¿Recuerdas? Veíamos pasar las noticias y el sentido de urgencia se multiplicaba al ver que comenzaban los contagios en Europa. Parecía entonces tan improbable que nos alcanzara la enfermedad a nosotros y jamás nos imaginamos cómo nos afectaría.Tanto así que a un año del primer caso de coronavirus en México, el comienzo del aislamiento, el año de restricciones, de miedo, de pestilencia, de ira, de horribles e indecibles pérdidas, de culpa, de desconcierto, de profundo y prolongado dolor, todavía es difícil aceptar que la vida ha cambiado de tal manera que ya no somos los mismos.

Y aún así, si hacemos la comparación, estamos viviendo una pandemia de manera muy diferente de la que se vivió en 1918, cuando la gente moría de la influenza española, pero paralelamente había una guerra, había numerosas enfermedades incurables, donde la gente mayormente moría de infecciones y falta de higiene. Mientras nosotros, por décadas ya, hemos vivido una etapa en que hay curas para las enfermedades más comunes, y hay investigaciones que avanzan en el tratamiento de los peores males que aún aquejan a nuestra generación, como el sida, el cáncer, etc. Pero para nuestros contemporáneos, el perder a cientos de miles en el transcurso de un solo año a causa de una enfermedad en un ambiente de tanta sobreinformación (sin contar la falsa sobre-falsa-información) es un evento sin precedentes. 
Como señalan varios historiadores sobre este tema, en 1918 el impacto mediático sobre la población referente a la gripe española fue relativamente bajo, tomando en cuenta que la enfermedad mató a más gente que la primera guerra mundial misma. Los periódicos de la época advertían de la enfermedad y los sectores de salud de los países afectados emprendieron campañas para informar de la importancia del cuidado personal, la higiene, los peligros del contagio y las instrucciones a seguir. Pero no había un empuje de noticias diarias sobre la cantidad de muertos, de contagios, las curvas, los porcentajes de eficacia en la vacuna, la aprobación del producto de farmacéuticas, todo ello a la vista pública para su conocimiento y discusión diaria, a cada hora, con alertas al reloj y correos electrónicos incluidos. El bombardeo de saberlo todo y no poder hacer nada al respecto es quizás el mayor causante de frustración colectiva bastante irónica y cruel.
Aunado a esto, a principios del siglo XX, la gente estaba acostumbrada a perder a familiares a causa de guerra o enfermedad, era una parte natural y no poco común de la vida el perder a un hijo o un padre. Mientras ahora, como señala Alessandro Barbero, siendo que la expectativa de vida es alta y las familias son pequeñas, componiéndose sólo de tres o cuatro miembros, el hecho de perder a un miembro ahora es especialmente traumático.

La ironía, o más bien la inevitabilidad de todo esto me recuerda a esa novela de Philip Roth, “Nemesis”, donde relata el impacto y consecuencias de la epidemia de polio durante 1944 en New Jersey (EEUU) en la cual miles de niños resultaron paralizados o murieron. Roth narra lo traumático que fue para la comunidad ver las vidas de los pequeños amenazadas y tratar de salvarlos a cualquier costo. La tragedia de la novela está en la fatalidad de los sucesos a pesar de tratar de hacer lo correcto. 

Para nosotros en 2021 han sido más padres y abuelos los que nos han sido arrebatados. ¿Qué significará en cien años el haber sobrevivido a la pandemia? Ahora pienso que para siempre nos preguntaremos si lo que hicimos fue suficiente, o si sabremos que, por mucho que nos digamos que somos ciertas personas, cuando contó fuimos corruptos, fuimos egoístas, fuimos irresponsables, expusimos a nuestros amados, pusimos pretextos. Nadie nos señalará más que nuestro actuar y sus consecuencias. 

Esa es la tragedia al final ¿no? El saber quienes fuimos y no poder escapar de ello. 

Pilar, veo ya el largo de esta carta y me pesa ver repetidas las imágenes que quizás he dicho o pensado cien veces más. Te saludo con afecto y el firme deseo de verte pronto y verte ya vacunada.

Siempre
Bilhá

Twitter: @Clitemnistra


Periodista. Escribe sobre asuntos internacionales, crisis, conflicto y periodismo. Previamente corresponsal en Jerusalem.