Epistolario 24
13 Febrero 2022
693 días de aislamiento parcial
Semáforo: ya ni me entero
Sustos covid 1
Vacunas 2
Queridas mami-amigas,
Llevo semanas escribiendo esta carta y caigo en cuenta de que el mes de Enero se me ha escapado entre sustos de covid, crisis familiares y preocupaciones cotidianas. Pero Febrero nos recuerda que debemos festejar la amistad y a nuestros respectivos amores, y este año para mí es especial pues tengo la dicha de celebrar una nueva amistad con ustedes, las mamás de los niños que estamos tratando de criar mientras atravesamos esta pandemia.
Al comienzo del año estábamos contentos tratando de adaptarnos a salir sintiéndonos un poco más seguros, sin angustia, sin agobiarnos por la cantidad de gente en lugares públicos. Salimos dos veces a un restaurante al aire libre, sintiendo que estábamos haciendo algo verdaderamente valiente, y fue una experiencia linda… hasta que la nueva oleada le puso un fin al optimismo.
Omicron nos ha sumido en una nueva alza de contagios de la que aún no salimos. Los pocos familiares, amigos y conocidos, que se habían salvado de contagiarse de covid hasta ahora, cayeron, a veces sin enterarse de cómo ni cuándo pudo haber sucedido. A pesar de que la enfermedad ha sido menos dura, pues los síntomas han sido manejables para la mayoría (en gran medida gracias a las vacunas), las secuelas y molestias persisten, para algunos, mucho después de haberse contagiado y eliminado el virus.
Justamente, durante esta oleada en mi casa nos enfermamos de alguna influenza estacional normal. Por supuesto estábamos seguros de que era covid. Anduvimos como zombies dos días enfermos y buscando pruebas caseras para saber si estábamos o no contagiados de Sars-Cov-2, hasta comprobar en el laboratorio que no era tal el caso. Estábamos aliviados, pero preocupados al darnos cuenta de lo difícil que es conseguir pruebas de antígenos para gente enferma, si hay escasez generada por prácticas de acaparamiento y la exigencia de pruebas en trabajos o eventos no esenciales.
Al final, lo único realmente rescatable de haber pasado un susto covid fue el habernos rodeado de mensajes de cariño, y los amigos y familia que inmediatamente se movilizaron para cuidarnos. Es lindo ver que, aún después de dos años de pandemia, es la solidaridad la que nos caracteriza.
Me sorprendo pensando que llevamos ya dos años de pandemia, en casa, temerosos del contagio, viendo como nuestra propia familia extendida va cayendo enferma, no sólo de covid, sino en franco deterioro de la salud física y mental. Durante este tiempo, diferentes padecimientos han surgido en personas y, debido a la emergencia sanitaria, quedaron sin diagnosticar a tiempo, o se dieron por el simple desgaste del metabolismo, a causa del estrés y el sedentarismo. Y es cierto que estamos tratando de salir de la pandemia pacientemente, pues hemos aguardado a la creación de la vacuna en tiempo récord, esperando nuestros turnos a ser inoculados, además de aplicarnos los refuerzos, en campañas de vacunación masivas; estamos cerca de ver medicinas nuevas, que pueden tratar la enfermedad. También es cierto que todo lo anterior lo hemos aguantado con mil y un sacrificios en todos los aspectos de la vida y que el costo ha sido tremendo.
Indudablemente, no había manera de saber en 2020 que andaríamos por mucho tiempo con cubrebocas y cuidando la sana distancia, que no volveríamos a ver el espacio de la misma manera. Pero no teníamos idea de lo mucho que cambiaríamos nosotros, que los ajustes que se hicieron a causa de la pandemia han trastocado todas las relaciones que sostenemos y nuestras dinámicas en ellas. Las familias se han tenido que adaptar a estar en casa todos juntos por largos periodos de tiempo, o a la ausencia de otros familiares de los que antes se dependía. Los roles de género se han tenido que cuestionar y ajustar a las realidades de hoy. Y eso… es una cosa buena. Nos muestra que al final de toda necedad, todas esas ideas y costumbres, que pensábamos que eran inamovibles, cambian. Cuando nos lo proponemos, HAY CAMBIOS.
Pese a la emergencia sanitaria, la vida sigue caminando. Seguimos llevando a los niños al colegio todos los días, seguimos apoyándonos en lo posible, en las cositas cotidianas, que sentimos que sí podemos solucionar y en las que sí podemos ayudar a otros.
En el grupo de lectura en el que estoy, estamos leyendo a una autora local llamada Raquel Hoyos, quien, de manera espléndida, retrata la realidad de las mujeres en México. Algunos de sus relatos, incluso, hablan ya de tiempos de pandemia y, de manera brillante, ella describe imágenes y situaciones a las que especialmente las mujeres en México nos enfrentamos. Sus cuentos muestran esas relaciones, a veces tan contradictorias, que forman parte de nuestras vidas, a las que nos habíamos acostumbrado y las que hemos peleado por cambiar, y todo ello lo relata precisamente en el espacio transitorio en que se encuentran estos valores, aferrados en los hábitos, pero cuestionados e invalidados cada vez más.
Y en ese sentido, mi amistad con ustedes es verdaderamente grandiosa y me siento muy agradecida por poder coincidir con un grupo de mujeres trabajadoras, amorosas, ambiciosas y comprometidas con sus familias y su entorno. Me gusta que en su amistad haya encontrado un espacio donde poder discutir cómo queremos educar, con referentes distintos, con ideas y prácticas diferentes, y lo difícil que es hacerlo a veces.
Si no somos las mismas personas, y nuestras relaciones han cambiado, yo me siento muy contenta de estar aquí, con ustedes. Dando la batalla diaria, con la ilusión de que nuestros hijos crezcan sanos y que esta etapa algún día sea sólo un cansado episodio, de donde, estamos seguras, al menos no la pasamos solas.
Con mi cariño y sororidad.
Siempre
Bilha
Twitter: @Clitemnistra
Periodista. Escribe sobre asuntos internacionales, crisis, conflicto y periodismo. Previamente corresponsal en Jerusalem.
Autor
Redacción PH
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