Por Ruby Soriano

La democracia adquiere tintes bizarros cuando quienes creen ejercerla emulan aquellas viejas prácticas que tanto criticaron en el pasado y hoy las adoptan como las nuevas formas de una izquierda que habla de transformación y lo que refleja es un estancamiento, donde hoy, el ayer, es su mejor bandera.

El gobernador Miguel Barbosa cumplió con la cargada del resto de mandatarios del país, quienes no escatimaron recursos de sus arcas estatales para el pago de acarreo, refrigerios, camisetas, transporte y lo que hiciera falta, con tal de estar en los pases de listas en la ciudad de México.

Postrado en su silla de ruedas, Barbosa se abrió paso con su inseparable Rosario para marcar presencia en la movilización de su jefe AMLO.

Sus corcholatas también acudieron pues había que cumplir con los “rictus” de las militancias simuladas y recién adoptadas. Y si no hay que preguntarle al Presidente Sergio Salomón que ya perdió todo decoro con tal de alinearse como una fiel oveja del rebaño barbosista.

Pero qué decir de la Secretaria de Economía, Olivia Salomón quien a grito abierto presumió estar en la “marcha del Presidente” cuando anteriormente ni por equivocación se hizo presente en las movilizaciones morenistas.

Con ello nos queda claro que los intereses políticos mueven las militancias de ocasión.

El acarreo y la convocatoria “obligatoriamente” a fuerzas por supuesto se dieron en Puebla y en muchos otros lugares del país, donde se amagó con despidos o con el recorte de apoyos.

Así con una marcha donde por momentos se apreciaba esa masa de fanatismos ignorantes, se dieron las estampas de la entrega de tortas, frutsis, pases de listas, gente desmayada por las aglomeraciones como le sucedió a Epigmenio Ibarra, “camarógrafo de cabecera” del presidente.

Las imágenes de Layda Sansores, Julio Menchaca y Barbosa entre la borregada de mandatarios, por supuesto que nos muestra la triste estampa de la fragilidad de las autonomías gubernamentales y la impunidad con la se siguen movimiento los dineros públicos, con la finalidad de cumplir los caprichos de un Presidente.

La pregunta es ¿y después de la marcha? ¿México es más democrático? ¿En Puebla se respetarán a quienes difieren de la línea de Miguel Barbosa? ¿Se acabará la mordaza? ¿Cesarán los encarcelamientos? ¿Transparentarán los dineros públicos que se destinan al subsidio de los esquiroles de la información?

Los fanatismos nunca será el camino para validar una democracia seriamente lastimada con la imposición de personajes que se erigen como “la patria” y el “poder” en toda la extensión de la palabra.

El presidente reunió a miles, es verdad, sin embargo, muchos fueron a gritar y aplaudir con una inercia que preocupa, pues muy en el fondo, también ellos saben que los alcanzó la corrupción y la podredumbre de esos tiempos que durante años utilizaron para abanderar una lucha que hoy se aprecia muy desteñida y corrompida.

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