Por Ruby Soriano

Mientras en Puebla presenciamos las rabietas del gobernador Miguel Barbosa por los destapes “anticipados” de sus enemigos, al tiempo de observar la cargada a favor del coordinador de la bancada morenista en San Lázaro Ignacio Mier y por otro lado, la caótica oleada de gobiernos panistas, a los ciudadanos se nos cierran las opciones para pronosticar buenos augurios electorales para el 2024.

Y es que el priismo poblano reposa el sueño de los justos, pues este partido luce tiempos de mucha mediocridad, donde las desbandadas son cosa del pasado, ya que ahora abiertamente brincan a cualquier partido que les ofrezca hueso, sueldo o negocio.

El priismo poblano se hunde por los resultados de sus propias acciones cupulares, donde siempre son los mismos que aspiran, que quieren, que reparten y que agarran hueso para ellos o para sus vástagos.

¿Dónde están los priistas poblanos? Negociando en Casa Aguayo, trabajando con los panistas, asesorando morenistas, cobrando aviadurías en el Gobierno de México y esperando “los famosos tiempos” para buscar nuevos templetes donde aplaudir a los neomorenistas que se perfilan para ser los bendecidos del 2024.

En Puebla el PRI hace mucho se convirtió en una vieja caricatura de lo que fueron en sus tiempos de destapes y negociaciones que hoy sólo forman parte de ese pasado.

El tricolor en Puebla ha dejado de ser ese partido de oposición para trasmutar a mercader de negociaciones y puestos donde las cúpulas son las que se llevan la tajada a gran escala, para controlar a sus esqueléticas bases que ya se aprestan a ofrecer sus servicios con las cargadas morenistas.

Y después de sus vergonzosos 70 años de demagogia y control del poder en el país, el PRI vive tiempos de decadencia donde el halo de corrupción sigue siendo el principal sello de la casa.

A partir de ahora contemos cuántas caras priistas veremos brincando a las tablas de salvación en las campañas morenistas y panistas de los próximos procesos electorales.

La cúpula tricolor en Puebla es sólo un escritorio de traspatio que despacha desde el Congreso local o desde cualquier mesa que se preste para pactar, traicionar y capitalizar el camaleónico interés de amarrar negocios, muchos negocios personales.

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