“La irracional necesidad de acaparamiento nos sumerge en una carrera agotadora sin sentido”.
Abel Pérez Rojas

Es necesario ponerle un alto a la maquinaria neoliberalista capitalista, porque todo lo devora, todo lo destruye y no tiene punto de satisfacción; podemos avanzar en ese sentido siendo conscientes de su naturaleza, saliéndonos de su inercia y llevándola al punto de la indigestión a través de nuestro pensar y de nuestro actuar.

De ninguna manera soy economista ni medianamente conocedor de las diversas teorías que la sustentan, pero sí puedo ver con claridad los hilos que mueven a las sociedades actuales y que nos están llevando a la autodestrucción.

En ese hilo conductor te comparto las siguientes reflexiones.

Las sociedades actuales, por ejemplo la mexicana, son movidas por intereses internacionales sin bandera y sin religión, cuyo único motor es la acumulación de dinero y poder en sus múltiples ámbitos.

Bajo la lógica de estos titiriteros, todo tiene precio, todo se puede comprar, todo se puede corromper; los seres humanos son sólo piezas de un engranaje y por ello, sin sentimiento de culpa alguno, son fácilmente prescindibles y eliminables, porque se trata de un número más, de una marioneta cualquiera.

El credo de los amos del mundo es sumamente básico, los gobiernos son únicamente la estructura de administración de los territorios, la soberanía y autodeterminación de los pueblos son sólo una piedra en el zapato que puede evadirse con nuevos conceptos inyectados a los intelectuales de cada país.

Como esta forma de pensamiento todo lo penetra no hay rincón de las relaciones humanas que esté influido por las llamadas leyes del mercado.

Todo este monstruo acelerado encuentra su freno cuando se topa con individuos, colectivos y pueblos que conviven bajo principios verdaderamente éticos y alternativos.

No puede penetrar esta maquinaria sin escrúpulos cuando lo que hacemos lo cimentamos en un principio breve, pero profundo: el ser humano es irrepetible y es una experiencia única, hay principios que no tienen precio, por ello no se venden, ni se compran.

Pensé todo esto que te vengo compartiendo y lo sinteticé en un poema que titulé: Desde los intestinos.

Aquí te comparto mi poema:

En los intestinos

de la maquinaria absurda

que todo devora

y procesa para escupirlo y pisarlo,

surge el genio,

nace la chispa,

el arrojo que levanta la cerviz,

que sacude el corazón

gestor de la revuelta.

En el instante de abrir los ojos,

de ver las cosas como son,

se aclara el pensamiento,

se pone orden,

nace la diginidad;

porque, cierto,

para el monstruo capitalista

todos somos reemplazables,

pero esa consigna es baratija,

porque somos seres irrepetibles,

somos la pimienta y sal del planeta,

somos el experimento que justifica:

toda lucha,

todo esfuerzo,

todo reinicio.

Desde los intestinos de la bestia cruel

te hablo,

te susurro,

te invito a despertar,

te llamo a indigestarla,

te convoco a jubilarla

y a darle un patín en el trasero,

¡que se vaya!

¡que deje de molestar!

Queda claro que no basta con “echarle ganas” a lo que hacemos, ni en incorporar a nuestra forma de ser el pensamiento mágico, es preciso hacer un esfuerzo profundo y constante que cuestione todas nuestras creencias, todo lo que asumimos como propio y original, pues la forma de vida imperante se ha metido hasta la médula de nuestra cosmovisión y por ello no la podemos ver.

También es valioso poner freno a nuestro irracional impulso de acaparamiento, porque nos lleva a una carrera agotadora que no tiene final.

Ni qué decir, de identificar los mecanismos de manipulación social, sus estrategias, sus agentes y sus vías ideológicas de infiltración, convencimiento y arrastre.

Sé que en muchos sentidos es irreversible el deterioro de nuestra forma de vida, pero es necesario que intentemos indigestar la maquinaria devoradora en la que vivimos.

Vale la pena darse cuenta, vale la pena intentarlo.