Dicen los que saben que la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) atraviesa uno de los momentos más tensos de su historia reciente.

Las protestas estudiantiles, la suspensión de clases y la falta de acuerdos sólidos han sumido a la institución en un callejón sin salida.

Mientras los estudiantes mantienen firmes sus exigencias, las respuestas de las autoridades han sido percibidas como insuficientes o ambiguas.

En este escenario incierto, la rectora Lilia Cedillo parece moverse entre llamados al diálogo y una actitud que, para muchos, resulta distante ante la magnitud del conflicto.

La falta de soluciones concretas no sólo pone en jaque el semestre académico, sino también la credibilidad de la administración universitaria.

Con el cierre del ciclo escolar y el proceso de admisión a la vuelta de la esquina, la incertidumbre crece.

¿Cómo garantizar un ingreso justo y ordenado para los nuevos aspirantes? ¿Qué pasará con las clases y evaluaciones pendientes?

La parálisis administrativa afecta no solo a quienes exigen respuestas, sino también a quienes esperan ingresar a la BUAP.

La crisis es real, y las autoridades deberán sortear con inteligencia si quieren evitar un impacto aún mayor en la comunidad universitaria.

En fin.

Dicen los que Saben que es momento de tomar decisiones firmes, con transparencia y voluntad política.

De lo contrario, este conflicto podría escalar a niveles aún más profundos, con consecuencias impredecibles para todos ¿O no?

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