De libros y más

Pero la ciudad no dice su pasado, lo contiene como las líneas de la mano, escrito en los ángulos de las calles, en las rejas de las ventanas, en los pasamanos de las escaleras, en las antenas de los pararrayos, en las astas de las banderas, surcado a su vez cada segmento por raspaduras, muescas, incisiones, cañonazos.

Italo Calvino, en Las ciudades invisibles

La Ciudad que ya no existe, es un libro bellísimo. Dicho lo anterior, me voy a permitir hacer unas recomendaciones para todo aquel que se aventure a recorrer sus páginas. En primer término, haga una pausa en sus actividades, después, acérquese unas buenas viandas y bebidas a discreción, acomódese en su sofá preferido y, ahora sí, libro en mano, dispóngase a emprender un viaje maravilloso.

Haciendo gala de su buen oficio de cronista, Carlos Villasana, presenta cien fotografías inéditas, que dan cuenta del devenir de la ciudad de México y sus habitantes, durante gran parte del siglo pasado. Las imágenes, producto de la lente de fotógrafos anónimos, son el resultado de las andanzas del cronista por mercados de viejo, tianguis de chácharas y todo tipo de lugares que constituyen el paraíso de la nostalgia. Escribe Villasana:

«Al hurgar en los cientos de fotografías que encuentro dentro de cajitas entre las chácharas de algún tianguis, descubro esos tesoros captados por algún aficionado y que por alguna circunstancia acabaron en mis manos. […] Suelo preguntar la procedencia, pero la mayoría de las veces es incierta. «La encontré en la basura», «Estaba en una venta de garaje» o «La despegué de un álbum» son las respuestas más comunes…».

Las imágenes que contiene La ciudad que ya no existe, por sí mismas, son el mejor vehículo en este recorrido, pero, además, están enriquecidas con algunos detalles que hacen que el paseo se disfrute a plenitud. En primer lugar, resaltan las notas del escritor Alejandro Rosas, que dan un contexto histórico preciso; también se acompañan con una sencilla simbología para apreciar los elementos que las integran, tales como: personajes de la vida cotidiana; edificios, vehículos o esculturas y lugares icónicos de la ciudad.

Debido a la dificultad de establecer con precisión el año en que fue captada la imagen, el autor agrega una línea del tiempo que permite establecer la época a la que pertenece la fotografía, además, el libro es interactivo, ya que contiene códigos QR, que, al pasarlos por el lector de cualquier teléfono inteligente, proporcionan una imagen actual del sitio en que la fotografía fue captada. Detalle tecnológico, que se agradece, pero que, seguramente, arrancará algunos suspiros de añoranza, al constatar los grandes cambios que ha tenido la ciudad.

Pero pasemos a las imágenes. Iniciando por un bellísimo y arbolado Paseo de la Reforma en los años veinte, en donde, además de algunos vehículos, es posible apreciar una inmensa cancha de futbol llanero ubicada en el sitio que ahora ocupa la Zona Rosa; de la misma época, podemos avanzar hacia la colonia Juárez -nacida como colonia americana- y que, de acuerdo al texto aportado por Alejandro Rosas, se caracterizaba por sus grandes mansiones de estilo europeo, embajadas y palacios afrancesados, y, para muestra, está la fotografía de una de esas bellas construcciones; al utilizar el lector QR, podemos constatar, que, actualmente su predio lo ocupan un edificio de departamentos y un estacionamiento.

Mención aparte, merece la estatua ecuestre de Carlos IV, conocida popularmente como “El caballito”, que, sin duda, es una de las esculturas más famosas y queridas por los habitantes de la Ciudad de México. Ubicada originalmente en la Plaza Mayor, ha recorrido varios puntos de la ciudad, hasta llegar a la Plaza Tolsá. Su imagen ha aparecido en numerosos retratos, pero, en La ciudad que ya no existe, la podemos encontrar en los años setenta, en el cruce de Bucareli y Reforma. La famosa estatua casi se confunde entre una multitud de anuncios y un par de tranvías, pero, la imagen es encantadora, ya que, en primer plano, están dos niños posando con mucha seriedad ante la cámara.

El caballito ha trotado por muchas calles, pero casi nadie recuerda que, el día en que se trasladó desde Bucareli y Reforma para engalanar la entrada del Museo Nacional de Arte, un gran número de personas la acompañaron en su recorrido, dando pie a una celebración popular. Lo anecdótico es que la escultura avanzaba totalmente cubierta a bordo de un gran camión del extinto Departamento del Distrito Federal, pero eso no minó los ánimos de festejo, porque, al ver la imagen, queda claro que la ciudad puede cambiar mucho, pero sus habitantes somos los mismos de siempre. Nos gusta la fiesta… y mucho.

Además de las fotografías de edificios, plazas y avenidas, resaltan las que reflejan la vida cotidiana; como aquella que capturó el momento preciso, en que un niño pidió un deseo antes de apagar las velas de su pastel de cumpleaños. Una imagen, realmente hermosa.

La ciudad que ya no existe, es un libro que tiene la magia de encantar a propios y extraños, no importa si el lector habita o conoce esta muy noble y leal Ciudad de México; porque, a través de sus fotografías no solo paseamos por lugares que han desaparecido o que se han ido transformando, sino que, todos podemos reconocernos en alguno de los retratos, ya que, en algún momento de nuestra vida, hemos estado celebrando en familia o compartiendo la mesa con amigos; bajando de un camión o entrando al metro; emocionándonos en los juegos de las ferias o acudiendo emocionados al estadio de futbol; posando con seriedad ante la lente de un fotógrafo de estudio o sorprendidos por una instantánea tomada al cruzar la calle. Todos esos momentos, es posible revivirlos al contemplar las magníficas imágenes reunidas por el autor.

La ciudad que ya no existe, no es un álbum fotográfico; es una obra viva, que nos invita a recorrer el siglo XX de la Ciudad de México; no con un dejo de tristeza por las construcciones que se han ido, porque después de todo, sus habitantes la hemos levantado varias veces, no solo hace quinientos años, sino cuando ha sido necesario;  y aunque cada día se transforma, en cada una de las imágenes de este bello libro, nos reconocemos, ya que, los que tenemos la fortuna de haber nacido en ella, de habitarla o de conocerla, no hemos cambiado; seguimos amando a la muy noble y leal Ciudad de México, tanto, como el primer día de su historia.

«Ven, déjate caer conmigo en la cicatriz lunar de nuestra ciudad, ciudad puñado de alcantarillas, ciudad cristal de vahos y escarcha mineral, ciudad presencia de todos nuestros olvidos, ciudad de acantilados carnívoros, ciudad dolor inmóvil, ciudad de la brevedad inmensa […] Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer. En la región más transparente del aire».

Carlos Fuentes, en La región más transparente.

Adriana Hernández Morales

Título: La ciudad que ya no existe.

Autor: Carlos Villasana

Editorial: Planeta

(También disponible en formato electrónico).

Mi correo: adrianahernandez1924@gmail.com


Adriana Hernández, es miembro del Club Nacional de Lectura Las Aureolas, club fundado por Alejandro Aura en 1995. Es además una mujer comprometida con las causas sociales, abogada de profesión y lectora por vocación.