En psicología existe un término para definir a aquellas personas que están constantemente interpretando la realidad como si todo lo malo le que sucede fuese culpa de los demás. A esta condición se le llama victimismo crónico.

Pareciera ser que el presidente López Obrador padece de esto. Todos los días sigue la narrativa de la culpa ajena, de la culpa al pasado, de la culpa a la prensa, de la culpa a los conservadores y un gran sin fin de etcéteras.

Una de las más recientes manifestaciones de este victimismo se dio el pasado fin de semana cuando sin más ni más twitteó que en México no hay las condiciones para un coup d’etat. 

Quizá sentía que la sombra del “compló” lo persigue, que la mafia del poder, ya sin poder, sigue fraguando para destruir su autoproclamada cuarta transformación, quizá porque tenía que reforzar el hecho de que se siente cobijado por los 30 millones de votos, quizá porque sienta que la gran legitimidad que tiene se está perdiendo al chocar la realidad con la utopía. Quizá.

¿Qué ha puesto nervioso al presidente? ¿Qué ha hecho que saque del cajón la historia de un compló? ¿Acaso fue el discurso del General Gaytán, quien por cierto tiene algunos años fuera del activo? ¿Será la debilidad del estado demostrada al fallar de manera contundente en el operativo Culiacán? ¿Será acaso que su discurso de polarización está a punto de pasar de la retórica a los hechos? ¿O simplemente forma parte de su propaganda eterna?

No lo sé. Pero el tema fue puesto sobre la mesa y fue puesto por él. En su mañanera dice que cuenta con la lealtad del ejército, pero y por acciones propias de él mismo parece ser que el ejército no cuenta con su lealtad al ordenar en plena conferencia de prensa revelar el nombre del coronel encargado de la inteligencia en la lucha contra el narcotráfico.

Como conozco de primera mano la disciplina militar puedo estar seguro de que aunque existan descontentos jamás maquinarían algo tan descabellado y que pondría en riesgo la estabilidad social del país, por lo menos no solos, tendrían que tener apoyo del extranjero, específicamente de los Estados Unidos y eso no se vislumbra en un futuro cercano.

En un “logro” completamente demagógico de la mal llamada cuarta transformación el presidente decidió desaparecer el Estado Mayor Presidencial, cuya función principal era la de defender a la Institución y no al personaje, lo que haría que en un hipotético coup López Obrador estuviera prácticamente indefenso, pero insisto, eso no pasará.

En efecto en el México de hoy no existen las condiciones para que se realice un golpe de estado pero sí hay un evidente malestar por el mal desempeño en materia económica y de seguridad que prevalece en el país.

El presidente no debería de preocuparse por un golpe de estado, debería preocuparse por que después de la filtración del video de Olga Sánchez Cordero se evidenció el apoyo del gobierno federal a la aberrante “Ley Bonilla.” Debería preocuparse por los malísimos indicadores económicos que ya hablan de un estancamiento. Debería preocuparse por no poder acabar con la corrupción al conservar a Bartlett dentro de su gabinete. Debería preocuparse porque la opinión pública lentamente se está volcando en contra de su estrategia de seguridad. Por eso es lo que debería de preocuparse el presidente.

Fernando Ortega